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A 200 años de su nacimiento | La teoría del estado en Marx
Karl Marx dio forma a la historia del mundo.1 Pero no por fortuna o talento intelectual, que sin duda no le faltaron, sino porque asumió el papel de representante de la nueva clase en ascenso, la clase obrera, y supo interpretar sus experiencias de lucha y extraer su médula teórica para formular conclusiones generales de su desarrollo político.
Dentro de las enormes contribuciones teóricas y prácticas de Marx, ocupa un lugar central la crítica del estado.
No sólo porque Marx hace sus primeras armas críticas nada menos que enfrentándose al sistema filosófico de Hegel, que viene a cerrar todo el despliegue conceptual de la modernidad. A sólo doce años de la muerte de Hegel, Marx publica su “Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel”. Allí no sólo cierra el proceso intelectual de separación definitiva de la filosofía política hegeliana sino que comienza a desplegar su argumentación propia sobre el estado.
El estado para Hegel
Para Hegel el Estado es la suprema reconciliación histórica concreta del pensamiento y la realidad. Es decir, es la unificación de los que “es” en la realidad y de lo que “debería ser”. Es la estructura que permite la superior realización de la libertad y la racionalidad humanas. Forma definitiva y perfecta en la que la libertad, en otros tiempos abstracta, se vuelve concreta, palpable y para todos los seres humanos. De esta forma el estado es la meta final a la cual ha arribado la historia de la humanidad y no existe mayor perfección porque justamente en la encarnación de la libertad y la razón.
Para Hegel la estructura estatal es la encarnación de una instancia ideal que él llama Espíritu Absoluto. Es obra de los humanos pero guiados, de forma inconciente, por el desarrollo histórico de esta idea abstracta. De esta forma entendemos que el trasfondo del estado sea “ideal”, en tanto que momento del despliegue meramente lógico del Espíritu Absoluto.
Como momento supremo del desarrollo histórico del Espíritu Absoluto, la realidad que encarna el estado es perfecta y no admite escalón más alto ni superación posible. El estado para Hegel es el lugar donde los fines individuales se funden en un único propósito colectivo. Donde el simple agregado de individuos, de “yoes”, se transmuta en un “nosotros”, donde el deseo individual se transforma en la voluntad general.
En su teoría del estado Hegel sintetiza todo el proceso de la Revolución Francesa y la epopeya napoleónica. Y en este sentido no es un simple “idealista”, su esquema de estado recoge todo el desarrollo histórico de su tiempo pero a través del supuesto devenir de una idea abstracta. Hegel celebra la destrucción del Sacro Imperio Romano Germánico por las tropas napoleónicas. Y sabe captar en su justa medida el rol emancipador de la burguesía revolucionaria francesa. Justamente el estado asume todas las contradicciones anteriores y las resuelve porque la burguesía asume sobre sí la liberación completa de la humanidad de las cadenas feudales y religiosas. El estado hegeliano se fundamenta en la razón, es la razón misma.
El estado para Marx
Marx rompe con la teoría del estado hegeliana. Rechaza de plano que el estado puede ser la realización de la razón humana, la cúspide de la felicidad y armonía humanas. El estado hegeliano no es para Marx la realización de la filosofía, ni de los más altos ideales humanos. Menos que menos de la libertad del ser humano.
La realización de los ideales de la libertad y la razón no se dan en el esquema del estado propuesto por Hegel. Y la prueba de ello es la existencia de la explotación, la alienación y el empobrecimiento de las capas proletarias. Con el establecimiento de modelo de producción y distribución capitalista, surge la clase obrera. Y es justamente la existencia de esta clase, determinada por el lugar que ocupa con respecto a la propiedad de los medios de producción y por su incipiente tradición de lucha, es decir, como clase económica y política, la que hace resquebrajarse todo el edificio estatal planteado por Hegel.
Porque si el estado burgués debía ser la encarnación universal de la libertad, la igualdad y la fraternidad humanas, el estandarte de la burguesía mientras fue revolucionaria, quedó sobradamente claro que eran sólo los derechos reservados a una clase que se adueñó del poder político y económico tras destruir el sistema de estamentos feudales.
En el esquema de la Filosofía del Derecho de Hegel, la sociedad civil es la burguesía, la que no puede ver más allá de su interés personal de ganancia y que si es dejada a sus anchas terminaría desintegrando la comunidad. El rol del estado está justamente para atemperar y moderar esos deseos. El estado es el que transforma el individualismo de sujetos unidos por el simple deseo de obtener ganancia a costa de los demás en una comunidad de “nosotros”. La sociedad civil, donde reinan las necesidades económicas, el todos contra todos y la lucha despiadada de los particulares entre sí, es el momento intermedio entre la familia natural y el estado racional. El advenimiento del estado configura el momento superador de las fuerzas individuales que amenazan con destruir la comunidad humana.
Y allí mismo es donde Marx va a meter una cuña que hará que salte el edificio teórico de Hegel en pedazos:
“Mis indagaciones me hicieron concluir que tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden ser comprendidas por sí mismas ni por la pretendida evolución general del espíritu humano (o e Espíritu Absoluto), sino que, al contrario, tienen sus raíces en las condiciones materiales de vida, cuyo conjunto Hegel, siguiendo el ejemplo de los ingleses y franceses del siglo XVIII, abarca con el nombre de "sociedad civil", y que la anatomía de la sociedad civil debe buscarse en la Economía política.
El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de guía a mis estudios puede formularse brevemente como sigue: En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, político y espiritual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.
En cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se transforma más o menos rápidamente toda la superestructura inmensa. Cuando se examinan tales transformaciones, es preciso siempre distinguir entre la transformación material -que se puede hacer constar con la exactitud propia de las ciencias naturales- de las condiciones de producción económicas y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en breve, las formas ideológicas bajo las cuales los hombres toman conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.
Del mismo modo que no se puede juzgar a un individuo por lo que piensa de sí mismo, tampoco se puede juzgar a semejante época de transformación por su conciencia; es preciso, al contrario, explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Una formación social no desaparece nunca antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen relaciones de producción nuevas y superiores antes de que hayan madurado, en el seno de la propia sociedad antigua, las condiciones materiales para su existencia. Por eso la humanidad se plantea siempre únicamente los problemas que puede resolver…”2
En este fragmento se encuentra condensada la teoría del estado de Marx, luego completada por Lenin en su “El estado y la revolución”.
Su análisis de la clase obrera como la única que puede quebrar definitivamente el estado y las relaciones sociales sobre la cual este se funda está determinado por que ésta última es la única fuerza social capaz de reordenar desde las bases todo el edificio estatal, toda la sobre-estructura del estado que se asienta sobre las relaciones de producción, cambio y distribución burguesas. El destino revolucionario de la clase obrera es romper el estado, no abolirlo. Y ésa es justamente la enseñanza de la Comuna de París. La clase obrera se levanta y destruye el estado burgués desde su base que son las relaciones de producción y se pone a construir un estado de nuevo tipo: Un estado socialista.
Roberto Craviotto
Notas
1 Galbraith, J. K., Historia de la economía, pág. 149-150.
2 Marx, K., Contribución a la crítica de la economía política, 1858/1859.
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