El 7 de noviembre de 1917 las masas obreras y campesinas, con los bolcheviques dieron comienzo a la primera Revolución Socialista. Se la conoce como “Revolución de Octubre” ya que en dicho... Ver más
A 116 años de la Revolución Rusa - El cielo por asalto
Que la revolución de octubre de 1917 (noviembre según nuestro calendario) conmovió al mundo entero y marcó un antes y un después en la lucha de clases a nivel mundial, está más que claro. Ni explotadores ni explotados fueron los mismos después de ese hito en la Historia.
Por vez primera los obreros tomaban en sus manos el poder y empezaban con ello la experiencia de la construcción de una nueva sociedad. Los peros que vinieron después, los errores y aciertos, serán el alimento de debates infinitos; no así la cuestión del poder. Y este no es un tema menor: la perspectiva de todas las luchas del proletariado de allí en adelante cambió por completo. En 1949 en China y en 1959 en Cuba fueron claros ejemplos y duros golpes que recibieron los imperialistas.
Ya no solo el proletariado sino también la intelectualidad pequeñoburguesa comenzaba a mirar con buenos ojos los procesos revolucionarios que inundaban el globo. Brotaban por doquier organizaciones de todo tipo unidas por la vocación de poder, por la determinación de terminar con la opresión burguesa por la vía revolucionaria.
A más de un siglo de aquella epopeya, inmersos en una ola de grandes revueltas populares no solo en América Latina, seguimos viendo cómo los jóvenes, los explotados, oprimidos y excluidos salen a las calles a jugarse la vida: como dice una leyenda de las paredes de Santiago de Chile de estos días, “seguiremos en la calle hasta que la vida valga la pena ser vivida”. Así como podríamos citar el “que se vayan todos” de los Buenos Aires de aquel mítico 2001. Estamos en la era de las grandes rebeliones espontáneas que aún no generan una perspectiva independiente. Cuestionan el poder sin proponerse aun su derrota definitiva.
Hay preguntas que nos interpelan hoy a los marxistas leninistas del mundo: ¿para qué estamos? ¿Para acompañar las luchas, para agitar ideas o consignas, para luchar por leyes más justas y condiciones de vida mejores? ¿O para terminar de una vez con el régimen de opresión burgués? Sin caer, claro está, en menospreciar la actividad de agitación, el acompañamiento de las luchas, ni en la vieja chicana de que “para los revolucionarios cuanto peor, mejor”.
En ocasión de ser liberado de la prisión injusta a que fuera sometido, el de nuevo presidente electo de Brasil Lula da Silva afirmaba que él creía en la justicia (burguesa) y que de no ser así habría luchado por la revolución. Hermosa síntesis para diferenciar a los mencheviques que descansaron en la revolución de febrero y el bando leninista que no descansó hasta la revolución de octubre.
El problema del poder “no es coser y cantar”, decía Mao. Los sucesos de de un mundo en crisis, con sus guerras, rebeliones y proyectos fascistoides, así lo confirman. Los reaccionarios del mundo tienen bien claro su proyecto, y cuando la institucionalidad que ellos mismos promueven pasa a ser un obstáculo, no tienen problema en echar mano de la violencia. La lucha revolucionaria por el poder en el presente siglo se apoyará en las experiencias históricas que supieron saldar el problema de la violencia de clase como paso ineludible para la construcción de la nueva sociedad.
Carlos Quiroga
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