Un camino incierto y ¿necesario?

Viernes, 16. Septiembre 2016

Durante más de medio siglo las FARC han protagonizado una lucha heroica contra las políticas de miseria, expulsión de sus tierras y represión a millares de campesinos, contra la enorme concentración de la tierra en manos de los terratenientes. Desde este punto de partida es que planteamos las reflexiones de esta nota.

Desde 1964 todos los gobiernos que se hicieron cargo del estado colombiano intentaron derrotar militarmente a las guerrillas de las FARC, pero fallaron.

El acuerdo de paz actualmente en marcha entre las FARC-EP y el estado colombiano tiene como objetivo final el cese definitivo de la lucha armada y el abandono de las armas por parte de los guerrilleros. Las FARC y el presidente Santos acordaron la creación de veintitrés “zonas de concentración” a lo largo del país en donde los guerrilleros se reagruparán bajo el control de fuerzas armadas de la ONU. Luego de la firma del acuerdo final, realizada el 24 de agosto, las FARC tienen un plazo de 180 días para entregar sus armas a los contingentes militares internacionales que supervisan el cumplimiento de los acuerdos.

Las decisiones del Secretariado del Estado Mayor de las FARC-EP de abandonar la lucha armada y entregar las armas plantea interrogantes a los revolucionarios del mundo y a las organizaciones que comparten el mismo objetivo que hizo nacer a las FARC: luchar contra el imperialismo y avanzar hacia el socialismo.

Conservando el mismo espíritu dialéctico de la afirmación original de von Clausewitz, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, quizás podamos afirmar que la paz, o mejor dicho una tregua, es la continuación de la guerra por medios pacíficos. Las condiciones objetivas que hicieron que los campesinos colombianos, bajo la dirección de los comunistas, comenzaran la guerra contra las fuerzas represivas del estado colombiano con la decisión estratégica de tomar el poder, no han desaparecido sino que conforman la realidad económica y política de Colombia hoy día.

Lo que no aclaran convincentemente los dirigentes de las FARC-EP es la causa de la decisión de encarar el proceso de  paz con la premisa de entregar las armas. La paz entre dos partes beligerantes se da con la extinción de las causas que llevaron al enfrentamiento. O con la derrota de una de las partes. Por lo que sabemos del desarrollo de la lucha armada de las FARC en los últimos años podemos hablar de que hubo un repliegue militar y político: retroceso de las posiciones guerrilleras y un creciente aislamiento de los centros urbanos en los últimos años con la escalada militar y la ofensiva política de los gobiernos de Uribe y Santos, con la ayuda del ejército de los EEUU. Pero las FARC no han sido derrotadas ni, por supuesto, el gobierno proimperialista colombiano. Tampoco la mayor parte de las condiciones económicas y políticas principales que fomentaron el nacimiento de la guerrilla, han desaparecido.

No hay ninguna modificación de las causas estructurales del conflicto, entonces surge la pregunta: ¿cuál es la razón, si la hay, del cambio de táctica, es decir, abandono de la táctica de guerra de guerrillas por otra? ¿Cuál es la táctica política que se darán las FARC desmovilizadas para la lucha por el poder? Estas y muchas otras preguntas se plantean frente al proceso de paz colombiano.

No se trata de sostener una posición dogmática acerca de la táctica guerrillera de rodeo de los grandes centros urbanos a través de una guerra popular prolongada, porque justamente el debate que se abre es sobre la táctica política. El uso o no de la violencia política depende del momento y la situación dependiendo de la correlación de fuerzas en un momento dado. Si las FARC entienden que la lucha revolucionaria en Colombia ha entrado en una nueva fase que amerita un cambio, lo cual lleva a un abandono de la táctica guerrillera, se trata de una decisión política que no necesita de ningún acuerdo con el gobierno colombiano. Si pesaron en la determinación los duros padecimientos humanos y materiales del pueblo colombiano tras largos años de lucha armada y la dificultad de sostenerla en el tiempo sin alejarse de las masas explotadas tampoco aparece como necesario arribar a un acuerdo. 

Por demás, el acuerdo firmado en La Habana no garantiza el cambio de las políticas antipopulares del gobierno de Santos ni el fin de la injerencia política y militar de los EE.UU., como así tampoco la vida de los dirigentes y militantes en su reinserción a la vida política. Por otro lado, la notoria influencia del gobierno de Cuba en la decisión de las FARC, impregnó el acuerdo con su visión geoestratégica en su relación con el imperialismo yanqui que, objetivamente, coincide con el renacido intento norteamericano de retomar el control de su ‘patio trasero’ 

Las FARC-EP han iniciado un camino incierto y lleno de sombras: la desmovilización y la dejación de las armas. Responsablemente no podemos avizorar el futuro de estas decisiones políticas. Simplemente debemos recordar las palabras de Lenin: “Un ejército en retirada requiere de cien veces más disciplina que un ejército que avanza”.

R.C.

Publicado en: 
Viernes, Septiembre 16, 2016 - 17:45

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