Un cambio en la situación

Martes, 14. Marzo 2017

Durante tres días, del 6 al 8 de marzo, una imponente movilización de decenas de miles de trabajadores sin distinción ocupó el centro de la atención política y social. Los reclamos populares desatendidos se convirtieron en acción de protesta callejera.

El gobierno de Macri creyó llegado el momento de profundizar el ajuste y endurecer sus posiciones y se enfrentó a la semana más dura de su gobierno.
Primero fueron los docentes. Aulas vacías en el inicio de clases y más de 100.000 docentes marcharon en casi todo el país. En la provincia de Buenos Aires, la gobernadora Vidal inicialmente apostó a doblegar el paro e imponer el miserable 18% de tope paritario. El ministro Bulrich pensó atomizar las demandas no convocando a la paritaria nacional. A ambos el tiro les salió por la culata: nacionalizaron el reclamo y sólo dos provincias iniciaron las clases. Una de ellas, Santiago del Estero, tiene el salario básico docente más bajo del país ($ 2.968,40). Ahora se reinició el plan de lucha nacional con sendos paros semanales de 48 horas.
Mientras, el martes 7 le tocó el turno a la CGT. Una convocatoria, ampliamente acompañada, a la que la cúpula cegetista llegó sin un acuerdo para convocar al paro general, donde se centraban las expectativas mayoritarias. Imaginó que tenía margen para renovar su tregua con el gobierno y recibió un disparo en la línea de flotación. Se abrió una crisis interna y de autoridad frente a los trabajadores, tal vez irreversible para esta conducción. Su apuesta fue ganar tiempo hasta que maduraran los distintos proyectos electorales o que la recomposición del PJ se aclarara; subestimó la situación ya que siguen las suspensiones, despidos y cierres, el salario cae y encima los avances en la flexibilización laboral. Los trabajadores reclaman lucha no tregua y negociación, y menos acuerdos electorales.
Lo cierto es que tanto para el gobierno macrista como para la cúpula de la CGT, estas jornadas de movilización popular impactaron con fuerza y los debilitaron. El tiempo y la acción de los trabajadores dirá cuánto.
Macri, en una semana donde las cifras de la inflación y la pobreza tampoco lo favorecieron, dio momentáneamente marcha atrás en los ajustes de tarifas y de servicios públicos. La prensa oficialista registra que, entre las filas macristas y con reflejos oportunistas, ante empresarios y economistas echan mano a la pregunta de “¿Quieren que ordenemos la macroeconomía o que ganemos las elecciones?”
Mientras tanto, a la cúpula de la CGT no la salva ni una recauchutada convocatoria a paro. Atada a la billetera macrista y a los proyectos políticos de las grandes patronales, no hay un acuerdo de fondo para una confrontación con el gobierno de Macri, lo contrario abriría una probable división. De una u otra manera, aparece debilitada su aptitud de bloqueo a la lucha de los trabajadores, sin subestimar la inocultable capacidad de movilización que aún mantienen.
En este plano, gran parte de la izquierda, aun bajo el manto de la ‘independencia de clase’, con su reclamo de paro general a las centrales sindicales, en particular a la CGT, desconoce los fuertes compromisos políticos de esas cúpulas y demora una unidad del combativismo sindical que fuerce con sus luchas a la unidad del conjunto de los trabajadores y escrache a las direcciones sindicales traidoras y vacilantes.
A pesar de ello, hoy hay claros avances de la izquierda entre el activismo combativo y sobran los ejemplos. Pero para intervenir se requiere además del respaldo de porciones significativas del conjunto de los trabajadores y una disposición a la lucha no meramente agitativa y que recurra a la acción concreta: el paro activo, la ocupación y los piquetes, a la coordinación sin pretensiones hegemonistas.
Lo cierto es que el curso de los acontecimientos apura las definiciones. Durante las jornadas de movilización de inicios de marzo, entre el gobierno de Macri y la CGT por un lado y decenas de miles de trabajadores por otro, algo se quebró. No más ‘luna de miel’ con el macrismo, chau bloqueo del sindicalismo conciliador y propatronal. Se abre un nuevo momento que nos acerca, en la política, a diciembre de 2001 y la rebelión de los explotados.

Ricardo Jufré

Publicado en: 
Martes, Marzo 14, 2017 - 18:00

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