Trump, un presidente para acelerar la crisis del imperialismo

Jueves, 9. Febrero 2017

El triunfo de un personaje como Trump en las elecciones estadounidenses y su asunción en el cargo político n°1 del mundo son expresión de lo hondo que está calando la crisis en la potencia imperialista. Ésta es una manifestación política inesperada y contundente del desconcierto que reina en el seno de la gran burguesía monopólica de los EEUU respecto al rumbo a tomar para recuperar la perdida hegemonía económica a nivel mundial. El vuelco de la opinión pública a favor de un impredecible liderazgo como el de Trump, contra todos los pronósticos y a pesar de la furiosa campaña mediática en su contra, se explica fundamentalmente por la acumulación de los efectos internos de una crisis económica que no toca fondo y que ha tenido en la clase obrera industrial a los principales castigados. Miseria, desocupación y deterioro general de las condiciones de vida son una constante en los principales centros industriales desde 2008. En las elecciones hubo un candidato que atendió este dato, y otra que no. Uno prometió un “cambio de rumbo” (aunque de cumplimiento dudoso), la otra propuso más de lo mismo que llevó a esta situación. En una disputa muy reñida, estos “detalles” hicieron la diferencia de electores suficiente para definir la elección.
Los atributos de la personalidad del multimillonario lo hacen justo depositario de todos los repudios que se acumulan en su contra. Su misoginia, xenofobia, racismo, homofobia, etc., ya han empezado a tener respuesta en las calles por parte de amplios sectores de la población, como también en los grandes medios de comunicación y en numerosas personalidades públicas, incluidos los principales referentes de la administración saliente. Sin embargo, el justo rechazo popular en las calles contrasta con el más flagrante ejercicio de la hipocresía por parte de Obama, Clinton y Cía. El “espanto” expresado por estos personajes ante las declaraciones y primeras medidas de Trump esconde que fue el gobierno “demócrata” de Obama el que invadió países y bombardeó poblaciones civiles desde Libia hasta Afganistán durante su mandato, patrocinó golpes de estado como en Honduras y Paraguay, mantuvo en plenas funciones campos de tortura y confinamiento como Guantánamo en Cuba y Abu Ghraib en Irak, asesinó y apaleó a la población negra en EEUU y deportó entre 2,5 y 3 millones de inmigrantes durante su mandato. Todo esto ostentando el premio Nobel de la Paz. Unos años antes, en 2006, siendo Obama y Clinton congresistas por sus estados, acompañaron con su voto la construcción del primer tramo del muro con México, por cuya posible extensión, hoy ponen el grito en el cielo.
Dicho esto, los primeros gestos y decisiones de Trump dan algunas pistas del rumbo a tomar. En pos de proteger el mercado interno dio de baja la participación de EEUU en el Tratado Trans Pacífico y dispuso la revisión de los términos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Simultáneamente dio señales de intensificar la confrontación comercial con China, reavivando las promesas de campaña de imponer hasta un 45% de aranceles a los productos chinos. Esto sería una radicalización de la política ya aplicada por Obama, que ya había formulado una serie de denuncias ante la Organización Mundial de Comercio contra China por la práctica de dumping1 y subsidios en sus exportaciones. Las importaciones electrónicas y textiles serían las más afectadas, aunque también la enorme cantidad de productos fabricados en EEUU con componentes procedentes de China. Ante esta posibilidad, el gobierno chino sugirió las dificultades que implicaría para la economía norteamericana un freno a la importación de soja estadounidense por parte del país asiático. La situación de EEUU es muy compleja, ya que según Panjiva (empresa que mide el comercio global), durante 2016 exportó a China USS 125.000 millones, mientras que importó USS 484.000 millones. Esto explica que, aunque aún no sea la opción principal, Trump también haya amagado con tensar la relación con China en términos políticos y militares, al establecer relación con Taiwán (territorio reclamado históricamente por China), y al plantear la posibilidad de incrementar la presencia militar estadounidense en el Mar Meridional de China, cuya soberanía está en plena disputa.
Con la mayoría del nuevo gabinete confirmado, se destacan representantes del gigante financiero Goldman Sachs, la petrolera Exxon, PepsiCo, Tesla y Uber. Todo un dato para quienes creyeron ver en este showman multimillonario un “enemigo del establishment”.
Asimismo, en el nombramiento de ex militares de alto rango en el Pentágono (James Mattis, con participación destacada en la invasión a Afganistán y a cargo de la ocupación de Irak), y en Seguridad Nacional (John Kelly, ex jefe del comando sur, ex jefe de las fuerzas estadounidenses en Irak, y Michael Flynn ex general y ex agente de la CIA), junto con Mike Pompeo al frente de la CIA, hay un hilo conductor. Todos ellos fueron críticos de la política del gobierno de Obama y particularmente de la gestión de Hillary Clinton en la Secretaría de Estado. Pompeo participó de la investigación sobre el bombardeo yanqui a Bengasi (Libia), y sostuvo su acusación de “encubrimiento” a Hillary Clinton sobre las operaciones reales en terreno. Los generales coincidieron en cuestionar la política de patrocinio y financiamiento de las milicias takfiríes2 de DAESH (Estado Islámico) en Siria e Irak, de la cual Clinton era su principal promotor.
Esto, sin embargo no puede ser interpretado como una señal de distensión hacia Medio Oriente, dados los antecedentes de quienes ocupan los principales cargos de seguridad y, sobre todo las repetidas y ridículas alusiones de Trump a Irán como el “principal promotor del terrorismo” en la región. El reciente ataque de la marina estadounidense al movimiento popular Ansarolá en Yemen (respaldada por Irán) es una muestra de que la agresión yanqui a los pueblos árabes, con Trump sigue gozando de buena salud.
Al mismo tiempo, el nombramiento de Rex Tillerson (ex director ejecutivo de Exxon) como Secretario de Estado, está vinculado con el prometido mejoramiento de las relaciones con Rusia. La petrolera representada por Tillerson lleva invertidos al menos USS 3.000 millones en pozos petroleros en el ártico ruso, en sociedad con una petrolera local. Estas inversiones están trabadas desde que la administración Obama decidió aplicar sanciones comerciales y financieras a Rusia desde 2013, y un eventual levantamiento de esas sanciones fructificaría en jugosos negocios para la empresa. Si bien esto suena sencillo, una de las dificultades está en la contradicción que existe entre acercarse a Rusia, mientras se rompe lanzas con Irán, uno de sus principales aliados.
La alternativa Trump para recuperar el terreno perdido por el imperialismo yanqui recién empieza a andar. Aun así ya encuentra resistencias en diferentes terrenos, tanto nacional como internacional. Probablemente, al interior de la gran burguesía yanqui, de sus distintas facciones, se haya iniciado un debate alrededor del curso estratégico a seguir. Cualquiera sea el camino a transitar, el intento yanqui tendrá como marco la descomposición y la crisis del imperialismo más profunda desde la Gran Depresión del 30.
Leo Funes

Notas
1 Práctica comercial que consiste en vender un producto por debajo de su precio normal, o incluso por debajo de su coste de producción, con el fin de eliminar la competencia.
2 Variante radicalizada del islamismo sunita que considera infieles a todas las demás variantes del islam.

Publicado en: 
Jueves, Febrero 9, 2017 - 07:45

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