Sobre la movilización contra el G20

Sábado, 15. Diciembre 2018
Marcha G20

La marcha de repudio al G20 dejó un saldo favorable para el gobierno, que desde el principio la pudo poner bajo control. Sin exagerar la importancia de este hecho, hay elementos que es necesario balancear correctamente para no regalar la capacidad que tienen los trabajadores y el pueblo de condicionar y avanzar desde la pelea callejera. 

En el contexto de su deslucido papel en la arena internacional, si de algo se pudo jactar el gobierno de Macri fue de haber controlado la calle durante las protestas contra el G20, a costa de un despliegue represivo inusual y muy caro para épocas de “ajuste”.

El macrismo trabajó intensamente para preparar un escenario favorable. En las semanas anteriores al 30/11 detuvo a dos jóvenes argentinos de familia libanesa, bajo el cargo de “tener vínculos con Hezbollah”, lo cual los convertiría en potenciales terroristas (Hezbollah es un partido político que actúa abiertamente en Líbano, pero EE.UU. e Israel lo catalogan como organización terrorista). Por los mismos días fueron detenidos militantes anarquistas acusados de atentar contra el juez Bonadío y contra la tumba de Ramón Falcón, a quienes se les imputan los cargos de intimidación pública y asociación ilícita, entre otros. Al acercarse la fecha de la cumbre, y mientras circulaban audios anónimos con rumores de atentados, se iban conociendo los detalles de un mega operativo de seguridad que, lejos de cuidar a los presidentes, perseguía el mismo objetivo que las detenciones mencionadas: amedrentar a la población y condicionar la movilización de repudio. En este marco, la paralización de subtes y trenes aportó a sacarle cantidad a la concentración, que de todas formas reunió unas 70.000 personas. 

Así las cosas, el macrismo logró imponer el trayecto de la marcha. Que la misma se haya desarrollado dentro de la “zona de exclusión” no representó ningún triunfo de los manifestantes, sino todo lo contrario, con un recorrido a medida de las necesidades del gobierno. Este también planteó condiciones respecto a la “conducta” que debía mostrarse -en lo relativo por ejemplo a los elementos de autodefensa- que la mayoría de las organizaciones respetó. La quema de banderas y muñecos durante el recorrido, sumada a algunas aerosoleadas, fueron las notas que le pusieron algo de sustancia a una movilización deslucida. Se puede concluir que la política de amedrentamiento surtió su efecto entre los organizadores.

En los días posteriores el Ministerio de Seguridad salió a reivindicar que la “colaboración” entre el gobierno y los manifestantes había logrado aislar a “los violentos”, asegurando así un G20 sin incidentes. Más allá de las intenciones de los involucrados, la conducta de las principales organizaciones le dio al macrismo argumentos para salir con ese discurso. Incluso dándose el lujo de romper esos acuerdos, al encarcelar al comienzo del día a dos militantes del PTS por sólo tener handies, teniendo la jornada un total de 14 detenidos. Para colmo, como forma de rebatir esa supuesta colaboración, desde las usinas “progres” se elaboró la conclusión de que, a diferencia de otras manifestaciones -como la votación del presupuesto en Diputados-, esta vez el gobierno no quería incidentes, por lo que no hubo “infiltrados”. Este argumento reaccionario que asimila los desbordes de bronca popular con la tarea de servicios de inteligencia, fue repetido penosamente por no pocos referentes de izquierda.

Envalentonada, Patricia Bullrich dobló la apuesta y salió con su reglamento para darle aval al “gatillo fácil”. Pero la bravuconada le duró poco. Al duro cruce de los propios como Carrió, se le sumaron los rechazos explícitos de la mayoría de las provincias (empezando por Buenos Aires) y el revés judicial en la CABA. Y a los poquitos días, la lucha popular se encargó de volver a nivelar las cosas: una semana después del G20, la protesta piquetera sorteó la provocación policial y concretó el acampe en Desarrollo Social. Una muestra de que, más allá de su victoria circunstancial, el gobierno no está en en las mejores condiciones para regimentar la pelea popular. Por supuesto, ello no quita que pretendan avanzar a fuerza de represión: se trata de un desafío que habrá que enfrentar con la espalda de un movimiento de masas predispuesto a la lucha.


Facundo Palacios

Publicado en: 
Sábado, Diciembre 15, 2018 - 10:30

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