Quebrar el ajuste de Macri-FMI con la lucha del pueblo

Jueves, 11. Julio 2019
Editorial

En busca de los votos perdidos

El gobierno vela cuidadosamente por mejorar sus chances electorales. Impulsa una serie de medidas económicas -plan Ahora 12 cuotas, 2,5 millones en préstamos de Anses, subsidios a las automotrices- todas de incidencia menor e insuficientes frente al malestar general que predomina. Pero cuyo objetivo central pasa por evitar que se dispare el dólar y quede expuesta, otra vez, la fragilidad gubernamental hacia adentro y afuera del país.

En este punto, la intervención directa de EEUU, a través del FMI fundamentalmente, no oculta la decisión de Trump -tal como hace pocos días también expresó Bolsonaro- que está dispuesto a jugar todo con tal de que Macri pueda continuar su gestión.  En tal sentido la aprobación de los U$S 5.400 millones últimos otorgados por el Fondo como parte del préstamo mayor. Aquellos U$S 57.000 millones, de los que restan solo U$S 5.000 para el 2020, fueron el gesto preferencial en 2018 para impedir el naufragio del modelo. El pase de Lagarde a presidir el Banco Europeo y su reemplazo eventual por el director yanqui Lipton refuerza aún más la dependencia oficial con el presidente norteamericano. Todo el apoyo, incluida la venta de los dólares prestados ya sea en el mercado o como parte de dólar futuro, con tal de llegar a octubre sin sobresaltos ni corrida cambiaria.

El desembarco, otra vez, de capitales golondrina que traen dólares, venden e invierten en Letras a través de los bancos para lucrar con los altos intereses, y volver luego a comprar dólares para emprender la retirada, es una bomba que puede estallar según los resultados de las PASO el 11 de agosto. De no ser así, la devaluación igual es lo que viene: cualquier intento de estabilizar la economía en los marcos de la estructura monopólica del capitalismo actual, aún ganando la oposición, requiere un nuevo zarpazo a los salarios y al consumo.

No alcanza solo con reformular los plazos de pago respecto a la deuda externa, porque son incumplibles desde cualquier punto de vista y el Fondo lo sabe. Se trata de no aceptar el chantaje para imponer los llamados cambios estructurales, como las reformas laboral y previsional. El no pago es la única salida, si se pretende un vuelco en la producción, los salarios y el recupero de la soberanía del país.

Apurando compromisos

En su último tramo, el gobierno apura decisiones en el campo internacional, que a la vez que buscan un impacto electoral y congraciarse con el establishment, desnudan su obsecuencia ante las multinacionales. En tal sentido la firma del acuerdo comercial UE-Mercosur profundiza la desnacionalización, en la medida que implica, frente a economías tan asimétricas, prácticamente la extinción de la industria manufacturera. También de otros sectores como el automotriz y de autopartes, que al decir jubiloso del presidente de Fiat, Rattazzi, “traerán autos de Europa que serán mejores y más baratos que los producidos aquí y en Brasil”. Volver hacia la primarización de la economía como salida se inscribe dentro de la nueva distribución del mundo que los imperialismos pretenden, en un momento donde la confrontación por el mercado también es política, y encuentra del otro lado a la superpotencia China y a Rusia.

Con la misma intencionalidad, aunque rayando en lo grotesco, Macri desliza resucitar el acuerdo de libre comercio (ALCA) con EEUU, en el momento que mayor proteccionismo aplica Trump a su economía y cuanto mayor es la incertidumbre electoral sobre su propia continuidad. La visita, próximamente, del secretario de estado Mike Pompeo para comprometer al país en la condena de Hezbollah como organización terrorista, es una devolución de favores y a su vez condición propia del vasallaje de los CEOs. Se inscribe en esa escalada de agresión yanqui-israelí contra Irán y la resistencia palestina, con la que pretenden involucrar a los estados y en la que el gobierno se hipoteca sin participación alguna del Congreso ni del pueblo argentino.  

Los muertos del frío en el país de los monopolios

Bastó con la llegada cruda del frío para que las primeras víctimas por hipotermia pusieran al desnudo el hambre y el estado de abandono en que viven miles de ciudadanos. Se registran 7.251 personas en situación de calle en plena CABA, según la Auditoría de la Ciudad. Saberlo es una cosa, pero que muera gente a pocas cuadras de la Casa de Gobierno produce indignación y bronca. No son hechos aislados, en un país donde el 51,5% de los jóvenes son pobres, los jubilados en su mayoría cobran un mínimo por debajo de la línea de indigencia y 4 millones de personas están desocupados o con problemas laborales.

Trece meses con caída de la actividad industrial, 40% de inflación en el mejor de los casos, pérdida de salario real de 18% promedio, 268.000 despidos en un año, y en ese marco la decisión presidencial de ir más a fondo con el ajuste, constituyen un verdadero llamado a la rebelión. Pocos días antes el apagón generalizado que afectó al país y vecinos, puso al desnudo también en este plano los efectos del monopolio en el control y distribución del sistema energético que ejercen Mindlin como dueño de Transener y Pampa Energía, asociados a la familia presidencial. La negligencia y la falta de control en el mantenimiento de las fuentes de alta tensión que determinó el apagón, se enmendarán con una multa cuyo monto no fue definido ni tampoco sus beneficiarios. Queda claro, para quienes pretendan un país soberano, que los recursos energéticos no pueden estar bajo control de monopolios privados. Esto es extensivo para el yacimiento de Vaca Muerta (gas y petróleo), tanto por su carácter estratégico en relación a la defensa nacional como por su rentabilidad. Será este, junto con el tema de la deuda externa, dos tareas programáticas cuya ejecución no se puede obviar, si a su vez se pregona independencia económica sin contar con las palancas para ejercerla.  

Quebrar el ajuste de Macri-FMI con la lucha del pueblo

La campaña electoral empaña todo el escenario. Como otras tantas, pesa más el candidato que el programa y la irresponsabilidad al momento de cumplir. Gana espacio la polarización entre el oficialismo y el frente encabezado por Fernández-Cristina, sin que la volatilidad del voto desaparezca.

El macrismo no tiene nada para mostrar, como no ser el deterioro económico-social y un futuro colapsado por el endeudamiento, la entrega y la represión. El frente F-F confluyente a los codazos en las listas, apoyado en un pasado que fue mejor pero totalmente insuficiente. La crisis es profunda y requiere salidas fuertes que no se visualizan ni en los discursos ni en los antecedentes de quienes se proyectan conducción. Ni Alberto Fernández ni Sergio Massa están allí para obedecer. Van con sus propios intereses y son receptivos a las presiones de centros financieros, patronales y burocracia síndico-empresarial. Ya nada será igual, porque Cristina tampoco lo es, y el entramado a su alrededor está plagado de oportunismo. Muchos compañeros y organizaciones que luchan consideran erróneamente que el frente contra Macri lo es todo. Olvidan que la dirección política no les pertenece y, por otra parte, es la misma que hace 4 años, con sus errores y fracasos, posibilitó la llegada del macrismo. Franjas importantes del pueblo e incluso algunos dirigentes que hoy están allí, votaron por Cambiemos. La crisis es muy profunda y pretender doblegar a los grupos económicos y sus representantes políticos, tan solo apoyados en la fuerza del voto, es subestimar el carácter enemigo de aquellos, subestimar las contradicciones erizadas por la puja interimperialista en la región, como también no reflexionar sobre la propia experiencia del peronismo que fue condicionado, cuando no desalojado, cada vez que esbozó profundizar la independencia económica o la justicia social.

No había por qué subordinar la voluntad de los trabajadores, expresada cientos de veces en la calle ante un gobierno que a poco de andar mintió, hipotecó y perdió legitimidad institucional. Poco después de que la pueblada en diciembre 2017 contra la ley previsional puso en cuestión la gobernabilidad, muchos trabajaron en contra de un nuevo 2001. Tanto la dirigencia cegetista que repudió aquellas jornadas en lugar de asumirlas, como luego otras tantas organizaciones (F21, Cayetanos, CTA) que no dejaron de movilizarse ni abandonaron la calle, pero ya con la política de colocar paños fríos a la movilización popular. Se impuso el punto de vista de que la salida estaba en octubre y no en la lucha del pueblo y en su derecho a la rebelión. Cuando las políticas oficiales agreden y sacan conquistas populares, o negocian y entregan los recursos de la nación, cobra legitimidad el derecho de los pueblos a la rebelión, así contradiga el llamado “estado de derecho”. Se trata por supuesto, de la legalidad acuñada por la gran burguesía en el marco de una democracia tutelada por los monopolios. Cabe reflexionar sobre tal conducta en caso de que los resultados no acompañen al frente F-F. ¿Esperarán acaso los compañeros otro ciclo de cuatro años para rebelarse?

Si algo caracterizó a la generación del 70 precisamente, a la que muchos rememoran, pero no rescatan para intervenir en el presente, es que para construir una nueva sociedad democrática y popular hay que unirse en la lucha por un poder revolucionario antes que nada. A partir de allí se podrá coincidir o no en la táctica electoral. Muchos podrán alegar que el “frente de todos” es un paso en tal sentido, pero su programa, su conducción y la propia experiencia de frentes electorales con dirección pejotista -entre ellos el Frejupo que consagró a Carlos Menem en 1989-, nunca lo fueron ni terminaron bien.

Por una democracia popular y sin volver para atrás

No somos indiferentes ante los resultados de octubre. Luchamos para quebrar el ajuste del macrismo asociado al FMI, pero tampoco queremos otro ajuste, aunque venga edulcorado, en nombre de la recomposición nacional.  Respetamos a los trabajadores que ven en el voto a Cristina una posibilidad de terminar con esto, pero trabajamos convencidos de que sin medidas profundas no hay salida. Los recursos están, pero el estado debe apropiarse de ellos, y no se advierte en F-F tal intención.

No se puede recomponer el bienestar popular sin dejar de pagar una deuda que es una estafa. Tampoco dejando que el ahorro interno, el crédito y las divisas lo manejen las bancas privadas en lugar de los bancos estatales. Menos aún con el comercio exterior, entrada y salida de divisas, fijación de precios internacionales, controlado por grupos monopólicos privados. Lo mismo con los recursos energéticos y naturales: todo ello debe ser  nacionalizado. Sin tales medidas no habrá trabajo genuino, ni recomposición salarial, ni 82% móvil a las jubilaciones, ni viviendas suficientes, ni fin de la pobreza, ni democracia popular, ni nada. Por eso mientras intervenimos y somos solidarios en la pelea contra los despidos crecientes, los espacios de lucha territoriales, educativos en sus distintos niveles, contra el gatillo fácil, los femicidios, el hambre y los desalojos, impulsamos el voto programático en base a esos puntos, el voto en blanco o el no voto. Lo hacemos como parte de una franja que se expresa y moviliza por fuera de la polarización, sin apoyo al mal menor ni retorno a experiencias pasadas, pero convencidos de que la nueva sociedad se levantará sobre las ruinas del capitalismo monopólico.

Viene bien al evocar aquel 9 de julio de 1816 en Tucumán, en el que si los patriotas inmersos en fuertes discusiones y con el enemigo a corta distancia, no se hubieran animado a declarar “ser libres de España y toda otra dominación extranjera” porque hacer la revolución era un imposible, entonces otra sería la historia.    

Andrés Zamponi

Publicado en: 
Jueves, Julio 11, 2019 - 21:00

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