Pincharon la pelota

Domingo, 14. Junio 2015

El último miércoles 27 de mayo el mundo (y el fútbol) amaneció con la inesperada noticia de la detención de siete altos dirigentes de la FIFA en una polémica maniobra coordinada por el Departamento de Estado norteamericano y el FBI. La fiscal yanqui Loretta Lynch acusó a los detenidos de cometer fraudes, actos de corrupción, lavado de dinero y coimas mediante métodos extorsivos, y que junto a otros dirigentes y empresarios ligados al deporte integraban “una organización mafiosa” que llevaba adelante deliberadamente estos delitos.
Por el momento son 14 involucrados. Los detenidos pertenecen a las federaciones de Costa Rica, Brasil, la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol) y la Concacaf (Confederación de Norte y Centroamérica, la que integra EEUU), además de empresarios ligados al fútbol.
Entre los empresarios hay argentinos, como el titular de la empresa Torneos y Competencias Alejandro Burzaco, de estrechos vínculos con la política nacional y que fuera aportante a la campaña de Martín Insaurralde. El diario La Nación del 9 de junio hace un recuento de la relación entre la empresa y el gobierno: “el principal cliente de Torneos es el gobierno de Cristina Kirchner, que contrata sus servicios de producción para las emisiones del Nacional B y para algunos partidos de la Primera A que se emiten en HD. El gobierno nacional también le compró a Torneos los derechos de televisación del Mundial de Brasil 2014, la Copa América, el Sudamericano Sub 20 y el Mundial Sub 20, por el que habría recibido unos US$ 20 millones, para ser emitidos por los gubernamentales Canal 7 y DeporTV.”
Las consecuencias
Queda claro que el problema no puede ser entendido desde la supuesta “búsqueda de justicia” ante un caso de corrupción, que es una enfermedad crónica de la FIFA.
El disparador de la disputa actual se relaciona con la elección de las sedes para los mundiales de 2018 y 2022, que recayeron en Rusia y Qatar respectivamente. Los dos países vienen pisando fuerte en el negocio internacional de la pelota. Qatar, por ejemplo, se construyó como marca; en estos momentos es propietaria del francés Paris Saint Germain y patrocina al actual campeón de Europa, el Barcelona. Los principales damnificados con estas designaciones fueron Gran Bretaña y EEUU, que habían competido para organizar la competición.
La ofensiva judicial norteamericana se produce en momentos en que la OTAN aprieta las tuercas de las sanciones contra Rusia por la guerra civil en Ucrania. A su vez, entre las monarquías de Medio Oriente, históricas aliadas del imperialismo yanqui, se cuentan algunas que, si bien no han roto lanzas, muestran un juego propio cada vez más autónomo. En un plano más específico, en Europa se viene calentando la tensión entre los clubes gerenciados por dueños “externos” (como el mencionado conjunto parisino o el inglés Manchester City, propiedad justamente del ruso Roman Abramovich) y aquellos de dueños tradicionales de cada país (como pueden ser el Inter y el Milan italianos); en esta lista se incluyen aquellos clubes “de socios” privatizados de hecho, como los grandes de España. La injerencia de empresarios de otras latitudes en el fútbol del viejo continente es una tendencia en ascenso. Justamente en este sector, de billetera abultada y generosa, se apoyó en los últimos años de mandato el aún presidente de la FIFA, Joseph Blatter, oriundo de Suiza, país con poco potrero pero con muchos bancos. La sed de dinero llevó a Blatter a tejer alianzas que le hicieron perder el apoyo de las federaciones -y los gobiernos- del occidente europeo, oposición que en la asamblea de la FIFA encabezó Michel Platini. Si bien el suizo ganó la reelección, el vacío de poder era evidente, lo que forzó su inmediata renuncia. Seguramente también ayudó a la decisión que Visa y Coca-Cola amenazaran con retirar su responsorio.
En dicha instancia llamó la atención la conducta de la delegación argentina. La AFA fue una histórica aliada de la presidencia de la FIFA a través del finado Julio Grondona, que ocupaba la vicepresidencia del organismo y ostentaba peso desde los tiempos del brasileño Havelange en los años ’90. Esta vez, los compatriotas expresaron su voto a favor del rival de Blatter, el jordano Ali Bin al Hussein. La voz cantante de la delegación la llevó el presidente de River Rodolfo D'Onofrio, en cuyo club es muy influyente el empresario uruguayo Paco Casal, representante de jugadores. Casal viene de perder una batalla con Torneos y Competencias por la televisación de las competencias internacionales como la Copa Libertadores. Con Burzaco preso, quizás las próximas ofertas que haga Casal sean mejor recibidas.
Es decir, estamos ante un verdadero culebrón que abarca desde la geopolítica hasta los derechos televisivos. Pero lejos de la candidez de las novelas en donde los personajes se dividen entre buenos y malos, en esta historia son todos del último grupo, captores que tienen de rehenes a millones de hinchas en todo el mundo. Nada muy distinto a lo que pasa con el resto de los temas políticos.
Ignatius

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Domingo, Junio 14, 2015 - 13:00

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