Movimiento estudiantil I Los estudiantes se incorporan a la lucha

Sábado, 15. Septiembre 2018

Desde el 6 de agosto, momento en que comenzó el paro nacional de los docentes universitarios, nucleados en las diversas federaciones gremiales, era sólo cuestión de tiempo saber cuando el movimiento estudiantil pasaría al frente y tomaría en sus manos la bandera de la defensa de la educación pública y gratuita, expresado no solo en el apoyo a la reivindicación de un 30% de aumento para los docentes, sino en el reclamo de un urgente aumento presupuestario general para la Universidad Pública, junto al rechazo a las crecientes injerencias de los intereses empresariales en los contenidos de la educación superior. A esto se sumó el reclamo de los propios rectores de las universidades que venían planteando la necesidad de aumentar el presupuesto y denunciando la subejecución del presupuesto vigente. La avalancha que implicaron las manifestaciones callejeras, superaron rápidamente el planteo de las autoridades universitarias.
La intervención de los estudiantes en esta lucha no se hizo esperar y rápidamente superó toda previsión respecto a la masividad de las movilizaciones, teniendo en cuenta que se trata de un sector que en los últimos años no venía teniendo un papel destacado en el marco del auge de luchas populares. Tras las dos primeras semanas de paro en más de 50 universidades nacionales, una histórica marcha en Córdoba que congregó alrededor de 100.000 personas, similares en Rosario, y posteriormente una manifestación de carácter federal que concentra centenares de miles de personas bajo la lluvia desbordando la plaza de mayo, mientras simultáneamente se realizaban marchas multitudinarias en todas las principales ciudades del país. Un reclamo absolutamente masivo que, a medida que se multiplica en número, va mostrando un carácter que excede el plano de las reivindicaciones sectoriales.
No es casual que sea Córdoba uno de los epicentros principales de este movimiento. En la ciudad mediterránea casi 3 de cada 4 votos en las elecciones presidenciales fueron para el actual gobierno, inclinando la balanza nacional. Casi tres años después y al calor de la vuelta a la escena nacional del FMI, con una brutal devaluación del peso, inflación imparable y una virtual paralización de la actividad económica, las promesas de una “revolución de la alegría” y un “Cordobazo de la producción”, son sólo un sarcástico recuerdo. El ánimo social va camino a completar un giro de 180°, y el movimiento estudiantil en las calles ha actuado como indicador de este cambio. Con matices, el resto del país verifica esta misma tendencia.
Hacia adentro de las universidades, las demostraciones masivas en las calles, volvieron en forma de asambleas (en muchos casos multitudinarias) y en ocupaciones de pabellones, facultades y rectorados. En esta dinámica de debate asambleario, movilización callejera, ocupación de edificios y vinculación con trabajadores en lucha, el conflicto da pasos de avance hacia la confluencia con las fuerzas obreras y populares que se plantean la lucha contra el ajuste y la entrega de Macri, el FMI y los gobernadores que acompañan esta política. El movimiento estudiantil puja por incorporarse al auge de luchas contra un gobierno que con cada medida que toma, pierde más bases sociales de sustentación para un programa abiertamente antipopular.
El levantamiento de las medidas de fuerza por parte de la mayoría de las federaciones gremiales docentes -haciéndole el valioso favor al gobierno de descomprimirle uno de los principales conflictos abiertos en su peor momento- pone a prueba a un movimiento estudiantil en pleno desarrollo. Si bien es probable que en lo inmediato se dificulten las condiciones para sostener las tomas y en algunos casos haya un transitorio retroceso en las medidas de lucha, las organizaciones comprometidas con el desafío de poner en pie un movimiento de unidad obrero-estudiantil que asuma su rol con la convicción de que es posible derrotar en las calles al binomio Macri-FMI, tienen ahora el desafío de transformar los cursos en asambleas abiertas donde retomar fuerzas para encarar la etapa que sigue. Donde haya condiciones para mantener las ocupaciones, transformarlas en espacios de deliberación y organización desde abajo de los estudiantes junto al conjunto de los trabajadores y el pueblo en lucha.
Apoyados en la idea de que el plan económico de Cambiemos y el FMI es incompatible con la existencia de la universidad pública y gratuita, la rebelión educativa debe orientarse sin rodeos a la derrota política del gobierno. En ese camino el movimiento estudiantil, debe ser un factor de unidad y de lucha. Unidad con el movimiento obrero y las fuerzas populares, y lucha contra el plan Macri-FMI y todas las fuerzas que buscan enfriar la situación en pos de cuidar una gobernabilidad que sólo favorece la continuidad del saqueo.

Leo Funes

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Sábado, Septiembre 15, 2018 - 00:00

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