Jorge Weisz: una práctica clasista

Miércoles, 12. Noviembre 2014

En diciembre se cumple el 38 aniversario del secuestro y la desaparición de Jorge Weisz, quien estaba preso en la cárcel de Villa Gorriti, provincia de Jujuy. En estas líneas le rendimos homenaje a su trayectoria y su legado.

Weisz estudiaba ingeniería en la UBA cuando la búsqueda de la revolución lo llevó a militar en Vanguardia Comunista, en 1968. Dos años después se trasladó junto a su compañera a Libertador General San Martín, pueblo más conocido como Ledesma por la influencia que allí ejerce el monopolio de la familia Blaquier, que contaba con 10.000 trabajadores entre el ingenio, los surcos de caña y la fábrica de papel. Weisz entró como electricista.
Eran años convulsionados. La izquierda revolucionaria estrechaba sus lazos con las masas al calor de la situación política abierta por el Cordobazo de 1969. Rebeliones como estas se replicarían durante cuatro años más en el Viborazo (o segundo Cordobazo), los dos Rosariazos, el Villazo, el Mendozazo, el Rocazo. En la propia Jujuy se produciría el Aguilarazo, cuando en 1973 los 1.500 obreros de la mina El Aguilar se levantaron contra la quita de horas extras. Era la clase obrera abriéndose paso en la disputa por el poder, de manera espontánea. Para que tal proceso pudiera coronarse necesitaba la fusión de ese movimiento práctico con la teoría revolucionaria: a ese objetivo se encomendó Weisz, dejando en el archivo su carrera universitaria inconclusa.
En los primeros años la tarea sindical tenía un alto componente de clandestinidad, dadas las duras condiciones que imponía la dictadura de la “Revolución Argentina”. Eso no le impidió a Weisz plantar los volantes del GOL (“Grupo Obreros de Ledesma”) e ir ganándose la confianza de sus compañeros de trabajo. Confianza que decantó en organización, que a su vez preparó las condiciones para la lucha abierta. Fue así como en 1972 estalló la huelga, la primera en Ledesma desde 1949. La patronal quiso sacarlo del medio sobornándolo, oferta que Weisz respondió denunciando el intento en una asamblea. El clasismo había llegado al ingenio.
Su actividad no terminó con su despido al año siguiente. Desde fuera, junto a sus camaradas de VC afincados en la zona, fue el motor de la organización de la lista Celeste con la que se ganó la conducción del sindicato. La consigna de la elección fue “Celeste o Ledesma”. Además de luchar por las condiciones laborales en la empresa, el sindicato recuperado empezó a coordinar con gremios de la Federación Azucarera Regional.
Su militancia y su conducta lo hicieron blanco de la reacción en los días de Isabel Perón. En 1974 el gobierno de la provincia acusó de subversión a Weisz y a Carlos Patrignani (abogado del gremio, también militante de VC), siendo condenados a dos años de cárcel. La dictadura fascista completaría la faena sucia desapareciéndolos, en el marco de la feroz represión a la población de Ledesma llevada adelante con la colaboración de los Blaquier, cuyo hito fue la “Noche del Apagón”.
Como con el resto de los compañeros del pueblo represaliados, la dictadura no logró apagar un ejemplo revolucionario que sigue vigente. La semilla clasista plantada por los Weisz, los Salamanca, los Jáuregui y tantos otros germina hoy entre la clase trabajadora, en las grandes huelgas docentes, en los cortes de ruta y en las tomas de fábrica contra los despidos, en los sectores combativos que enfrentan a la burocracia para recuperar sus herramientas. Se trata de luchas que necesitan de una orientación que las lleve hacia nuevas rebeliones de masas, que vuelquen todo el peso de los trabajadores contra los monopolios y sus gobiernos. Hoy el PRML le rinde homenaje a Weisz recordando su trayectoria comunista, y también trabajando por fundir a la militancia revolucionaria con los más amplios sectores de los trabajadores, organizándolos en una corriente sindical combativa, antiburocrática y por el clasismo.

<b>Facundo Palacios<b/>

Publicado en: 
Miércoles, Noviembre 19, 2014 - 17:30

Notas relacionadas