Honduras - Fraude electoral y rebelión popular

El domingo 26 de noviembre se realizaron las elecciones presidenciales en Honduras, donde los principales candidatos eran el actual presidente Juan Orlando Hernández y el opositor Salvador Nasralla. Para las primeras horas del lunes el conteo daba una clara ventaja no menor a 5% para el candidato opositor, sin embargo en una extensión injustificable, para el miércoles la tendencia se había revertido y el oficialismo picaba en punta. Apenas se hizo pública esta remontada, con menos de un punto de “ventaja” y sin esperar a que termine el conteo, Hernández aprovechó para declararse ganador de las elecciones.

Durante el “alargue” del recuento hubo un “apagón” informático en el Tribunal Electoral, tras el cual súbitamente la diferencia a favor de la oposición había desaparecido. Al mismo tiempo, sin verificación de ninguna fuerza política ni observadores, el mismo tribunal validó unas 5000 actas que no llevaban ninguna firma. Completando el montaje, hay tres departamentos en donde hubo una participación récord, cuyos resultados, casualmente favorecen con amplitud al oficialismo.

Las movilizaciones callejeras no se hicieron esperar en todo el país, bloqueando los accesos a las principales ciudades y desbordando e operativo policial. El temor a perder el control de la situación llevó al presidente y candidato Hernández a suspender desde el viernes y por diez días, varias garantías constitucionales y declarar el toque de queda en todo el territorio nacional. El ejército a cargo de la represión ya suma siete muertos (entre ellos niños), más de veinte heridos graves, y cientos de detenidos.

Que el frente opositor se llame “Alianza de Oposición contra la Dictadura” es un indicador de la situación que ya se vivía en Honduras antes de este “golpe electoral”. El coordinador nacional de la Alianza es Manuel Zelaya, ex presidente constitucional que fuera destituido en 2009 por una orden de la Corte Suprema, ejecutada por el Ejército. Previamente, Zelaya había cometido el pecado de acercarse a Cuba y Venezuela e integrarse a la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA). Automáticamente, la embajada de EEUU empezó a mover sus influencias para tumbar a Zelaya, en lo que constituyó el primer eslabón de una serie de intervenciones imperialistas en la región, tendientes a reducir la influencia del “eje bolivariano”. Años después, Hillary Clinton reconocería públicamente su actuación golpista en Honduras.

Así, tras ocho años de gobiernos ilegítimos (Micheletti, Lobo y Hernández), el pueblo hondureño vuelve a transitar el camino electoral para sacarse de encima un régimen oligárquico-imperialista que lo ha sumido en condiciones de vida insoportables. La experiencia reciente y la permanencia de dos bases militares yanquis en su territorio, hacen improbable llegar a buen puerto por esta vía. El levantamiento popular en curso, que reedita las extensas jornadas posteriores al golpe contra Zelaya, necesita de una comandancia nacional de la rebelión para, confiando en la potencia del pueblo insurrecto, barrer con el régimen que lo oprime e instaurar un gobierno popular revolucionario que siente las bases de una Honduras liberada, sin injerencia extranjera y dueña de su propio destino. 

PRML 03/12/2017