Frente al gobierno represor y entreguista de Daniel Ortega I Junto al pueblo de Nicaragua

Sábado, 15. Septiembre 2018
Nicaragua

La revolución sandinista acabó en 1979 con décadas de tiranía e intervencionismo yanqui en Nicaragua, iniciando un fecundo periodo de justicia y progreso social, que concitó la admiración y solidaridad de la izquierda a escala mundial, movilizando a miles de internacionalistas en su defensa y apoyo. El FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) fue la organización que lideró ese proceso, y Daniel Ortega uno de sus representantes.
El FSLN entra en un proceso de descomposición bajo la lógica orientada por el Foro de San Pablo que abandonaba la revolución y la perspectiva socialista.
La recuperación del poder por el FSLN en el año 2006 refleja la profundidad del sentimiento sandinista entre la población, pero su programa “socialista, cristiano y solidario” supuso el abandono de toda intención de transformación social. La recuperación del poder se basó en la alianza con la iglesia más reaccionaria del Cardenal Obando, en el pacto anticonstitucional y antidemocrático con la derecha corrupta de Arnoldo Alemán, y en el coqueteo de la nueva burguesía del FSLN amamantada por Ortega, con el COSEP (empresariado).
El discurso oficial en estos doce años de poder revisionista, antipopular y entreguista siguió la retórica antiimperialista antiyanky, al tiempo que suscribía tratados de libre comercio con ellos, el estado proveía material para las fuerzas armadas/seguridad y en la práctica las empresas norteamericanas han podido extraer los recursos que han querido del país, y el FMI ha impuesto cómodamente sus políticas ultraliberales. Al mismo tiempo consolidaba su relación con el imperialismo chino, de quienes recibieron montos que suponen una trampa de endeudamiento y con quienes acordaron la construcción del faraónico canal interoceánico, ampliamente repudiado en las bases populares nicaragüenses. La pelea por la realización de este proyecto es una de las principales causas del conflicto interimperialista en el que el gobierno de Ortega hace jugar los destinos soberanos de su país a costa del sacrificio popular.
En cuanto a la situación de las mujeres en el orteguismo resulta especialmente grave la decisión del FSLN, en su oportunista aproximación a la jerarquía eclesial -y en su versión evangélica reaccionaria-, de promover la abolición, en 2006, del derecho al aborto terapéutico vigente en el país desde 1837, que pasó a prohibirse incluso en los casos de peligro de la vida de la madre, en los que el embarazo es producto de violación, ante malformaciones graves en el feto, etc. Informes posteriores de organizaciones de derechos humanos, y de defensa de la mujer y la infancia, han alertado de las dramáticas consecuencias que esta legislación está teniendo en un país con un alto índice de violencia contra la mujer, de violaciones y de matrimonios forzados de mujeres adolescentes.
En la actualidad, el levantamiento popular de los tres últimos meses ha sido liderado por jóvenes estudiantes, a los que se sumaron los pobladores de los barrios populares, un levantamiento espontáneo, autoconvocado y pacífico, fruto del descontento largamente incubado, y sin una dirección política ni un programa de cambio.
Este levantamiento vino precedido de dos años de luchas campesinas contra el canal transoceánico y contra otros proyectos extractivos, luchas campesinas apoyadas por sectores urbanos y ecologistas. El proyecto del canal, principal catalizador de la oposición, es fiel imagen de una política que apuesta por los megaproyectos de un capitalismo decadente, al margen de cualquier consideración ecológica, social, económica, o ni siquiera mercantil. De hecho, el primer detonante de esta revuelta popular fueron las protestas, sobre todo estudiantiles, por la inacción del gobierno frente a un prolongado incendio en la reserva natural Indio-Maíz. Tras el estallido posterior de carácter pacífico por las pensiones, el gobierno ha entrado en una espiral represiva utilizando tanto sus fuerzas policiales como los grupos militantes afines y las bandas de marginales armadas y financiadas. Sofocada aparentemente la rebelión a tiros, tras cerca de 400 asesinatos, cientos de detenciones y desapariciones y miles de personas heridas, en estos momentos el gobierno Ortega-Murillo se emplea en una represión selectiva y más discreta, pero igualmente arbitraria, de la disidencia: redadas, depuraciones (a mediados de agosto ha habido 135 médicos despedidos), procesamientos.
Es necesario denunciar la deriva reaccionaria del gobierno actual, impedir que el coro reformista revisionista nos confunda con que le hacemos el juego al imperialismo cuando está claro que son ellos mismos los que lo refuerzan con sus ideas y prácticas.
Denunciar todo tipo de intervención extranjera y la actitud de sectores reaccionarios locales de querer aprovechar, poniéndose como dirección de la rebeldía en el llamado “diálogo nacional”, una salida antipopular.
Impulsar la demanda del cese a la represión y las políticas de ajuste, el juicio y castigo a los responsables de la masacre y sobre la base del pueblo movilizado resistente en la búsqueda de recuperar la esencia del sandinismo y la vía revolucionaria para lograrlo.
R.C.

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Sábado, Septiembre 15, 2018 - 00:15

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