El escenario principal está en la calle

Martes, 11. Julio 2017

Macri llegará a octubre sin poder mostrar resultados concretos de sus dos primeros años. En estos días la cotización del dólar por encima de $17 determinó automáticamente el alza en los combustibles -7,2% en nafta y 6% en gasoil-, colocando al país en el segundo lugar en el continente que paga la nafta más cara. Su traslado a precios en los artículos de consumo ya se está produciendo y con ello se interrumpe el ciclo descendente de la inflación, que llegó en mayo a 1,3%, en junio trepó a 1,5%, y en julio algunos analistas proyectan a un 2%; tampoco será un logro palpable al 13 de agosto cuando se realicen las PASO. No hay cepo, pero se estima que el drenaje de divisas llegará a los U$S 16.000 millones.

Para el gobierno, descargar las culpas en la herencia recibida ya no surte el efecto deseado y hasta desde sus propios pares empiezan a levantarse voces críticas. El discurso exitista a partir de algunas variables, como ser el incremento en la venta de motos o la mayor movilidad en la construcción, luego de tres semestres en picada, no modifican el cuadro de descomposición económica y social alcanzado. Prometió “unir a los argentinos”, “pobreza cero” y “lucha contra el narcotráfico”. Ninguna se cumplió. Por el contrario, agudizó la confrontación con los trabajadores y apostó a polarizar con Cristina como parte de una táctica electoral que considera redituable, la pobreza trepó por encima del 33% y el narcotráfico, pese a los operativos mostrados, se cuela por todos lados. El consumo de drogas se duplicó en los últimos 7 años, y la franja más afectada ocurre entre los chicos de 12 a 15 años.

Los socios quieren más

Pero el revés más inesperado surgió del propio “círculo rojo” que lo sostiene y del capital internacional de Occidente que, pese a ser favorecidos con algunos convenios que reducen el costo laboral, con mayores subsidios en la extracción del gas y petróleo, o con las nuevas leyes de minería y de ART, siguen presionando por mayores reformas y desregulaciones como condición previa a las inversiones; mientras tanto, el negocio pasa por la especulación con las Lebacs y Letes junto con el endeudamiento externo y eterno. Siete bancos acaparan el 60% de las letras emitidas.

El rechazo reciente del Morgan Stanley a la categorización como país “emergente” los conmovió, no solo porque el rol de lacayo o el de “relaciones carnales” no alcanzó para congraciarse, sino porque el visto bueno que debería otorgar Wall Street el año próximo está condicionado a la irreversibilidad de las medidas dispuestas y también de las reformas que aún faltan. Es decir, la banca financiera decidió esperar que se aclare el panorama político. En tal sentido, los resultados de las elecciones de octubre pueden afirmar o debilitar dicha categorización. Solo con la actividad agraria y la reactivación de la obra pública no alcanza para sostener medianamente la conformación estructural del capitalismo dependiente, y de registrarse un crecimiento del PBI en 2 ó 3% en el 2do semestre, tampoco se resuelve el alto grado de desocupación existente o la baja en el consumo. La industria en general mantiene el 35% de su capacidad ociosa y no espera cambio alguno en lo que resta del año.

Los riesgos de la polarización

De allí que el presidente apostó a la polarización política y a desgastar con el tema de la corrupción, sin considerar que dicho eje también lo incluye, y más cuando no tiene nada concreto para mostrar. Especuló con la división del peronismo, consciente de que los trabajadores -sobre quienes descargó el peso de la crisis- no son terreno fértil, y esperanzado de que las capas sociales medias y altas, influencia de gobernadores y radicales mediante, le aporten un caudal competitivo frente el 30% que le otorgan a Cristina en el conurbano.

Aquella polarización también sirvió a Cristina. De hecho, se ha tornado en el referente más importante de la oposición. El despliegue en el acto de Sarandí fue un llamado de atención a otros sectores del peronismo y al oficialismo. El discurso, netamente opositor aunque sin mayores concreciones, fue coherente con el nuevo frente Unidad Ciudadana donde lo importante no es el programa sino el reagrupamiento. La mayor parte de los barones del conurbano están allí. En el acuerdo se repartieron las candidaturas municipales, provinciales y nacionales, conjuntamente con los recursos para financiar la campaña. No se refrescaron principios ni se reconocieron fracasos. Están allí por el solo hecho de considerar que tienen votos cautivos, lo que ha permitido que el peronismo se mantenga desde hace 27 años en el control de algunos municipios, a pesar de los resultados negativos de su gestión. El mejor aliado de la ex presidenta está en el fracaso de la política oficial y en brutalidades tales como la reciente quita de las pensiones a discapacitados. Por otro lado, la performance de Randazzo tenderá a diluirse, aunque el último intento de Cristina para acordar antes del cierre de las Paso reflejó una preocupación mayor por el contenido de las denuncias que puedan surgir en campaña.

No es esa la situación del Frente Renovador de Massa, que ha logrado mantener la estructura de cuadros políticos y sumó últimamente a Hugo Moyano, lo que sin embargo no le alcanza para ocupar el centro del ring. Por fuera del peronismo, cooptó a Stolbizer y a Libres del Sur que, pese a su disconformidad en la integración de la lista en provincia de Buenos Aires, mantuvo la alianza en el resto del país. Por su parte la izquierda tiene una oportunidad mayor de ampliar la franja, sobre todo el FIT, aunque la presentación del otro frente y de Zamora en Capital dividió la oferta.

El horno no está para votos

El tardío lamento del gobierno por el gasto de $2.800 millones para la realización de las PASO suena profundamente cínico. Esta especie de prueba de ensayo en que han devenido las internas, se realiza en medio de un clima generalizado de descontento popular que no se modificará ni ahora ni con las legislativas de octubre. Aún faltan cuatro meses y la realidad del día a día se impone por encima de unas elecciones en cuyos resultados pocos creen. No definen nada, no alteraran el orden de los bloques mayoritarios, ni tampoco se votan cargos ejecutivos. Nunca tan manoseadas las candidaturas, los valores, los programas, de manera tal que la política ha derivado en un verdadero negocio antes que en una actitud de servicio al pueblo. La estafa de la que Cristina acusa al macrismo por las promesas incumplidas, en realidad es de todo el régimen político y no solo de una fuerza determinada. Cuando Menem reconoció en los 90 que “si les decía la verdad no me votaban” sinceró una conducta hipócrita que hoy caracteriza a la democracia burguesa y a sus componentes.

Lo que puede venir

Miente el jefe de gabinete Marcos Peña cuando asegura que después de octubre no habrá ajuste. Ganen o pierdan necesitarán un acuerdo político que hasta ahora lo obtuvieron en casos puntuales, y debiendo reafirmarlo en un plano superior para lo que resta del mandato. Con más razón si pretenden profundizar la regresión de la legislación laboral, previsional e impositiva como afirmó el presidente. Con Cristina en el Senado -si logra imponerse- y la mirada en 2019 todo será más discutido y trabado. Quedará claro entonces que la disyuntiva entre el pasado y el futuro que agita el PRO es falsa y que el problema no radica en elegir entre el mal menor o mayor. Ambos fracasaron. Y si el país retrocedió tanto en estos 34 años de democracia, no será justamente por los aciertos de quienes gobernaron los últimos doce o estos dos primeros años. Por supuesto, a las clases dirigentes les importa el veredicto de las urnas, sobre todo al núcleo de poder más concentrado; pero más les interesa preservar la gobernabilidad institucional que llega condicionada por la lucha obrera y popular. Pesa en la memoria el 2001 y basta recordar que la rebelión estalló cuando se percibió, entre otras, que las instituciones gubernamentales eran solo cáscaras vacías y el “que se vayan todos” se transformó en consigna de acción.

El escenario principal está en la calle

De allí que la clave después de octubre no estará en la correlación de fuerzas o en los arreglos o roscas que se logren dentro de un Congreso que puede incluir a la ex presidenta, sino en lo que pasa afuera, con el descontento popular y con la elevación de las luchas y exigencias que se levanten en los lugares de trabajo, barrios, calles y universidades. Solo la organización vence al tiempo. En tal sentido, para derrotar una política reaccionaria y elitista, la clase trabajadora tiene todos los recursos necesarios para lograr sus objetivos sin depender de tiempos ni de burócratas ni de candidaturas repetidas. La rebelión no es un complot, sino una respuesta política legítima que disponen los pueblos cuando desborda la paciencia y el régimen de gobierno contraría sus intereses.

Arrecian los efectos del ajuste con cientos de despidos, empobrecimiento e inseguridad sin que desde la CGT, CTA o instituciones legislativas se perfile una respuesta seria y profunda. El mar de fondo, con cortes, paros, tomas y movilizaciones que se reproducen en todo el país, viene protagonizado por las propias bases obreras, vecinos indignados, jóvenes y amas de casa. El sentimiento antiburocrático entre los trabajadores prospera día a día y no parece solo una expresión focalizada. Se profundiza la verdadera grieta entre la gran burguesía monopólica y el campo popular. La vitalidad del auge de luchas alcanza por momentos niveles inesperados, como en el caso de los choferes de UTA Córdoba, los estatales de Santa Cruz o los docentes bonaerenses. Allí está la clave para quebrar y derrotar el plan de ajuste: en la lucha concreta de los trabajadores. Sin puebladas ni acciones rebeldes no habrá salida a la crisis. La lucha política concentrada en acumular fuerzas parlamentarias, esteriliza todo intento de cambio real y desvía el esfuerzo militante al pellizco de un lugar en la democracia de los monopolios, en lugar de aspirar a la construcción de una democracia popular y revolucionaria. Desplegamos nuestra militancia recostados en el desarrollo del conflicto como en el trabajo activo sobre el movimiento popular, para sostener y elevar el auge como tarea central.


Mientras tanto, Voto Bronca y acción frentista

Ante a la coyuntura electoral llamamos al Voto Bronca en rechazo de esta política de hambre, entrega y represión, pero también del propio régimen político que ha devenido en una verdadera estafa a la voluntad popular. Al amparo de ese “libre funcionamiento institucional”, banqueros, empresarios y terratenientes pueden legitimar sus riquezas mientras el pueblo y los trabajadores “votan” cómo sobrevivir en la pobreza.

Paralelamente a dicha propuesta convocamos a fuerzas, militancia, jóvenes y trabajadores en general a confluir en una acción frentista para ampliar la denuncia a la estafa electoral y trabajar el Voto Bronca -nulo o en blanco- en todos los rincones del país. Las inmensas movilizaciones gestadas en el período, contra los tarifazos, por presupuesto educativo, contra la impunidad a genocidas y funcionarios, contra despidos y salarios de hambre, por trabajo genuino y/o planes productivos, contra el extractivismo y la destrucción de los bosques nativos, contra la inseguridad y los femicidios, entre otras, tienen en el Voto Bronca la oportunidad de una respuesta política coherente que se corresponde con el estado de ánimo que refleja el ‘esto no va más’. Mientras que por otro lado nos atrevamos a plantear, en el debate y en la acción, los fundamentos para la construcción de una nueva república y/o nueva democracia, popular, antiimperialista y revolucionaria.


Andrés Zamponi

Publicado en: 
Martes, Julio 11, 2017 - 10:15

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