Deuda y FMI: se agitan las aguas

Lunes, 18. Octubre 2021
Deuda y FMI: se agitan las aguas

Pocos días atrás tambaleó la titular del FMI Kristalina Georgieva, acusada de favorecer a China en un informe del Banco Mundial, una ofensiva política de los EEUU en el marco de la disputa económica con la potencia asiática y de las tensiones con Europa. Los tres grandes bloques económicos no se ponen de acuerdo en qué estrategia aplicar frente al estancamiento de la economía mundial, básicamente qué niveles de ajuste son posibles en un contexto de crisis económica y social con posibilidades explosivas. El FMI y las grandes potencias tomaron nota de las sucesivas rebeliones populares que recorrieron el planeta en los últimos años, y también de las consecuencias que tendría una interrupción parcial de los flujos comerciales y productivos a nivel internacional.  
En esta novela Argentina no fue protagonista pero miró con desconfianza, pues corrían riesgo las negociaciones entabladas por Guzmán por la deuda que Macri nos legó con el organismo. Por eso -y por la derrota electoral del oficialismo- Manzur viajó a EEUU para acompañar al ministro de Economía y fortalecer la espalda política de la negociación de un acuerdo que supuestamente ya estaba cerrado.
En ese contexto, fronteras adentro, Clarín le quiso embarrar la cancha al gobierno en la previa de las elecciones generales, afirmando que Alberto postergaba el acuerdo con el organismo para 2022, muy cerca del plazo límite, el mes de marzo, cuando debe abonarse un vencimiento que Argentina no puede pagar. Se trató de un anuncio para meter ruido en la relación de Alberto con el gran empresariado local, el cual necesita del acuerdo con el FMI para renegociar sus propias deudas externas, nominadas en dólares. Alberto contestó que firmará el acuerdo “apenas estén dadas las condiciones”, demostrando ser mejor alumno del FMI que el propio diario Clarín.
En esa sintonía, el presidente también se reunió con varios empresarios del “círculo rojo” buscando el apoyo del poder económico hacia los dos próximos años, dada la derrota electoral y el endurecimiento de la oposición. Por supuesto, ese eventual respaldo vendrá a cambio de profundizar el rumbo político en la dirección propuesta por la gran burguesía: reducción del “gasto público” (incluyendo jubilaciones) y de la “presión impositiva”, acceso a las divisas, reformas laborales a costa del trabajador o del erario público (reducción de multas laborales e indemnizaciones por despido, bonificación de las cargas patronales) y otros beneficios exigidos como contrapartida para crear empleo y realizar inversiones, hoy prácticamente estancados. Tal fue el eje del reciente Coloquio de IDEA que sesionó en CABA. Tristemente, ese reclamo contrasta con unos Paradise Papers que mostraron al empresariado argentino ostentando un récord de cuentas offshore que operan como plataformas de su actividad favorita, la fuga de capitales. En otras palabras: la guita está, pero afuera y bien escondida.
Por otro lado, el FMI rechaza hace meses la posibilidad de alargar los plazos del acuerdo por más de 10 años, el límite de los planes de facilidades extendidas del FMI, tal como pedía el gobierno. A partir de ahí, el reclamo del ministro Guzmán giró en torno a la reducción de los sobrecargos que cobra el FMI a los países con créditos extraordinarios, pero el organismo solo se comprometió de palabra a revisar dicha política, sin especificar qué ocurrirá con el caso argentino. Asimismo, aún no son claras las exigencias del FMI al país durante el plazo del eventual acuerdo, pero las recetas del organismo suelen ser el manual de la ortodoxia económica (ajuste fiscal, emisión controlada, reformas jubilatorias y laborales, etc.) y en estos días la propia Georgieva exigió mesura fiscal y monetaria para controlar la inflación a nivel mundial. Por ahora, no aparece ese “FMI bueno” que el kirchnerismo nos vendía en 2020.
Finalmente, más allá de las intenciones de las partes, la fecha de firma del acuerdo y los márgenes de maniobra y negociación, lo cierto es que la deuda con el FMI es impagable: se trata de unos U$S 45.000 millones en 10 años, cuando el sendero de crecimiento económico es incierto y los pagos de capital ocurrirán en un período (2026 - 2032) en que Argentina ya está comprometido a abonar los vencimientos de la deuda con los bonistas reestructurados en 2020, otro fangote de guita.
En la vereda opuesta, la Autoconvocatoria por la Suspensión del Pago e Investigación de la Deuda viene creciendo al calor de la denuncia contra esta estafa al pueblo. La jornada nacional del 5 de mayo se desarrolló con movilizaciones en varios puntos del país y un acto central en la Plaza de Mayo. Tuvo la virtud de reinstalar el eje de la deuda en el escenario post electoral, en donde el gobierno nacional lo que menos quiere es que le cuenten las costillas de su política antipopular. La jornada logró poner un eje de lucha en la calle, y fue el comienzo de un plan de acción que buscará avanzar hacia una nueva movilización a fines de noviembre. Es esa dirección se viene trabajando para ampliar la confluencia de los sectores antiimperialistas, democráticos, patrióticos y combativos, avanzando en la conformación de la fuerza social que enfrente el problema de la deuda, en función de hacer efectiva la suspensión de su pago hasta que no se la investigue. En ese camino, tendrá importancia expresarse inequívocamente por el rechazo al proyecto de presupuesto que viene elaborando el gobierno: más allá de las internas que vienen trabando su presentación, hay acuerdo de que todo el gasto nacional se organice en función de pagarle al Fondo.
Seguimos impulsando que cada vez más fuerzas sumen su aporte a la Autoconvocatoria.

David Paz

Lunes, Octubre 18, 2021 - 13:30

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