Después de Tucumán vamos por más voto bronca

Jueves, 17. Septiembre 2015
Después de Tucumán vamos por más voto bronca

A medida que se acercan las elecciones de octubre se recalienta el clima político. Los esfuerzos del gobierno para conducir la transición sin desbordes es la preocupación central que también aflige a la oposición. Sobre esa cubierta se desliza la campaña, en la que una vez achicadas las posibilidades de Massa, la sucesión se polariza entre la “continuidad” de Scioli y el “cambio” propuesto por Macri. Ambos son candidatos de las corporaciones y por lo tanto ninguna confianza debe ser puesta en ellos.

El discurso cruzado y el despliegue mediático en este tramo de campaña no logran entusiasmar. Pesan condiciones concretas donde, por encima del drama de los inundados, del fraude tucumano o de niños que mueren por desnutrición, crecen también suspensiones y despidos en fábricas, aumento incesante en el costo de vida, tractorazos frente al quiebre de las economías regionales, y otras situaciones que anticipan lo que vendrá. Al final de la transición lo que viene, como lógica de acumulación del capitalismo monopólico y de quienes pretenden representarlos, solo son políticas ajustadoras.

Candidatos que no son
tan diferentes

Notables son los esfuerzos de Scioli y Macri por diferenciarse y presentarse como polos antagónicos, cuando en realidad son políticas esencialmente parecidas. Ambos coinciden, según sus consejeros económicos, en recuperar la inversión de la mano del crédito externo, para lo cual deben pagar a los buitres y negociar con los bonistas reestructurados (U$S 25.000 millones); en fortalecer y sanear las reservas escasas en dólares, para lo cual deberán aceptar los condicionamientos del capital financiero, FMI-BM u otros; en bajar la inflación a un dígito previa devaluación y reducción del gasto público, lo cual esencialmente significa achicar el salario y el presupuesto social en salud y educación, de la misma forma que eliminar subsidios y liberar tarifas de transporte, luz, etc. En síntesis, más allá de lo discursivo y del compromiso con la base social y de estructura organizativa que expresa cada fuerza, la diferencia central quedó reducida al “gradualismo o no” que se aplique para hacer más “digerible” el plan de la ortodoxia económica del gran capital.

Sin revolución no hay salida

Ninguno de los dos se propone atacar los problemas estructurales del capitalismo dependiente. Ya sean los derivados de la concentración monopólica o la mayor extranjerización de la economía en estos años, ya los de la inserción internacional basada históricamente en la producción primaria, ya la distribución regresiva de los ingresos y las riquezas, ya los altos niveles de pobreza que se reducen en fases de crecimiento pero vuelven a reciclarse en el estancamiento. Justamente todas aquellas cuestiones que Cristina no tocó, pese a haberse perfilado como expresión de la corriente más renegociadora de la gran burguesía y de haber contado a su favor con altos precios en los commodities de exportación conjuntamente con la recuperación del aparato industrial ocioso heredado del 2001. Al final de ciclo, también se debe consignar entre otras, el alto endeudamiento externo e interno que deja al país, la herencia de los Milani - Parrilli y sus aceitados servicios de espionaje, o la presencia narco en todo el territorio con ligazones probadas con la bonaerense y otras fuerzas represivas. Pero sobre todo es en el terreno de la política y de la ideología donde debe quedar claro, para sectores varios del progresismo, que sin revolución no hay verdadera recuperación de soberanía, independencia o democracia popular, y menos aún pretender “vivir con lo nuestro” sin cortar o expropiar a la banca imperialista.

El problema de la
gobernabilidad

Se ha vuelto a reciclar la política de mercado, libre o regulado, con o sin cepo, con o sin gestión. Lo cierto es que en el último período los grandes grupos que se expresan gremialmente en la AEA y UIA, que apuran la devaluación del peso y un tope al salario, expresaron su apoyo mayoritario al macrismo, visto que Scioli no despega del abrazo con Cristina, aunque no desoyen los avisos del probable ministro Miguel Bein y la posibilidad de compartir un futuro Consejo Económico Social, por lo cual no se distancian y mantienen estrechos vínculos con el equipo del gobernador. El debate central que los aflige se extiende más allá de octubre: se trata de la gobernabilidad del país frente a la inevitable reacción que sobrevendrá contra las medidas que tanto uno como otro deberán aplicar para que la crisis la absorban los de abajo. Si esta es una de las razones consideradas en los grupos de poder para confiar en primera instancia en el FPV, dada su mayor capacidad para contener la presión de abajo y disipar la rebeldía social, podemos decir que después de los acontecimientos de Tucumán, dicha señal pasó a estar relativizada.

Los avisos de Tucumán

La rebelión en la ciudad de la Independencia ha desbordado en sus connotaciones políticas los límites provinciales. Entre otras, hay una primera reflexión sobre la idea que pretende reducir el problema a una falla en el sistema electoral y considera que modificando el mismo, ya sea con el voto electrónico o con una lista única, se transparenta la voluntad popular. Por cierto que Alperovich instrumentó todas las trampas posibles para mantener el control del estado provincial, como también se demostró que no es la primera vez que ocurre -aunque sí de forma tan visible e impune-, pero fue a partir de la legitimización oficial inmediata del FPV a su candidato Manzur, que se puso en sospecha el funcionamiento de todo el sistema nacional vigente. Por otro lado, reducir el fraude solo a aquellos lugares donde se perpetúa una mafia señorial enquistada como Formosa, Chaco, Jujuy o La Rioja, tal como lo presenta la oposición de Macri - Massa, oculta que en Santa Fe el resultado final se conoció luego de 11 días de que se votó con sistema de lista única, y la consagración del gobernador socialista fue tan solo por 1200 votos de diferencia. En el mismo sentido van las denuncias de fraude con las planillas, con las listas y con la contabilización de votos en las PASO de la provincia de Buenos Aires.
La segunda reflexión
a destacar abona en el sentido del hartazgo y de la bronca que empujó a la rebelión callejera independiente repetidas veces y su ampliación posterior frente a la represión desatada. No se trata de una protesta sectorial o económica sino de una verdadera reacción popular ante el fraude político, componente central del funcionamiento de esta democracia tutelada de la cual surgirá el futuro gobierno de los argentinos.
Allí están las razones de la desmovilización posterior por parte del radicalismo, quien prefirió abandonar la plaza y canalizar judicialmente el llamado a nuevas elecciones, según su dirigente José Cano, antes que los hechos y la lucha se desborden.
Extremar el desgaste político del oficialismo es la táctica de la oposición conservadora pero de ninguna manera poner en riesgo la institucionalidad del régimen vigente. Permanecen frescas en la memoria las banderas del 2001, cuando ya hartos del parasitismo parlamentario, del robo y la mentira, la consigna movilizadora del pueblo reclamaba “que se vayan todos”. Lastimosamente, en sentido opuesto a la misma y en confluencia opositora expresó su electoralismo el FIT, entrampado en democratizar el régimen de Alperovich antes que tirarlo abajo.
Cualquier intento de avanzar después de octubre con políticas de mayor ajuste vendrá seguramente cargado de tempestades. Allí es donde cobra relevancia el tema de la gobernabilidad y donde vuelve a ocupar el centro de la escena la movilización obrera y la rebelión popular.

La conflictividad al
acecho de la transición

Las necesidades insatisfechas multiplican los reclamos básicos de los sectores más afectados por la pobreza, la recesión y la inflación. Al enfrentamiento de los trabajadores cooperativistas en Almirante Brown y los cortes de autopista La Plata y Panamericana por aumentos y trabajo, se suman las movilizaciones contra el cierre de los obreros de Paraná Metal, gráficas, frigoríficos y precarizados en diversos lugares del país, como docentes en Misiones y Chaco. Los choques de pequeños productores y obreros del surco en Paraná, Salta y Río Negro extienden la conflictividad a otros sectores y pone en cuestionamiento la salida política y la credibilidad en una dirigencia política que se vuelve a repetir. El auge de luchas y reclamos persiste desde hace varios años y en ese marco, para enfrentar las políticas de ajuste preanunciadas que hacen del pueblo el pato de la boda otra vez, se requiere de políticas revolucionarias que organicen la bronca y abran debate sobre la necesidad de una salida distinta y un programa para la crisis de contenido antimonopólico, democrático, unitario y popular. Para esta coyuntura, donde la farsa electoral está montada, se trata de persistir en el desarrollo de la corriente del voto bronca como el mayor aporte a la conciencia de la clase obrera y del campo popular. Es una propuesta de salida distinta, donde la abstención, el voto en blanco o voto programático, tratan de resumir la disconformidad y el rechazo presente para organizarlo en el espacio de los que luchan, el combativismo y la izquierda, más allá del resultado de las urnas y como cuestión sustancial para los tiempos que vienen. Aún en ese plano cabe destacar, al menos en las primarias realizadas en agosto, además de la franja de abstenciones, la fuerte expresión que tomó el voto blanco-nulo nacionalmente con 1,2 millones, y particularmente en el conurbano bonaerense a nivel gobernador con casi el 11% sobre los votos afirmativos.
Se abre así un cuadro de situación caracterizado por el ocaso del ciclo kirchnerista en medio de una gran fragilidad, conjuntamente con el período de transición electoral aún sin definiciones, pero con ambos candidatos de abierto contenido antipopular. Todo inmerso en un estado de sospecha que condiciona cualquier resultado final y donde la diferencia de 1, 2 o 3 puntos no disipa la misma y reviste aún de mayor ilegitimidad el acto eleccionario a la par que agrava las responsabilidades de la casta política dirigente y/o cualquier otra decisión que se tome al respecto. En ese plano cobra vital importancia la denuncia de estafa a la voluntad popular; se deben redoblar los esfuerzos por la campaña del voto bronca con actos, piquetes y pintadas, a la par de organizar la lucha para enfrentar el ajuste y para que se vayan todos en caso de fraude y de violación a los derechos democráticos.

Andrés Zamponi

Publicado en: 
Jueves, Septiembre 17, 2015 - 22:30

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