Coronacrisis: ¿qué mundo nos espera?

Jueves, 2. Abril 2020
Coronacrisis:  ¿qué mundo nos espera?

Todos los pronósticos de fines de 2019 acerca de la evolución de la economía mundial y en especial la latinoamericana eran desalentadores; sin embargo, a poco de andar el nuevo año, la pandemia de coronavirus vino a anticipar la caída, creando un escenario de economía de guerra similar a la gran depresión de los años 30.

Por estos días, como puede advertirse, la mayor parte de la actividad mundial está paralizada: los aeropuertos inactivos, los pasos fronterizos cerrados, la población en sus casas por las cuarentenas impuestas o autoimpuestas por el miedo a una enfermedad que se convirtió en pesadilla para los gobernantes que pretendieron ignorarla o desafiarla, como en los principales países de Europa y los Estados Unidos.

En China, donde arrancó la pandemia, el índice de producción industrial se derrumbó en 40,3 puntos en febrero, durante el pico de casos, significando el nivel más bajo de los últimos 15 años, al tiempo que el índice de actividad de los servicios cayó a 26,5 puntos frente a los 51,8 que se había registrado en enero, destacándose en este sentido que los servicios nunca no se habían contraído en la China moderna, ni siquiera durante la crisis de 2009.

Un poco más tarde comenzaron los casos de coronavirus en Europa y allí la producción industrial se contrajo 1,9% sólo en enero y continuó en caída bajo un aluvión de casos, principalmente en Italia, Francia, España y el Reino Unido.

Por su parte, en Estados Unidos la pandemia golpeó en el corazón financiero mundial, la ciudad de Nueva York, provocando el mayor número de casos que registre ninguna otra gran ciudad a nivel global.

Inicialmente Donald Trump pretendió restarle importancia a la enfermedad, pero el golpe precipitó el derrumbe del mercado bursátil y el mercado de la deuda, obligando a las principales compañías enlistadas en el S&P 500 a comprar sus propias acciones en baja y retirarse de las operaciones a la espera de un salvataje por parte de la Reserva Federal. Compañías como Boing, por ejemplo, ante la perspectiva de una recesión prolongada comenzaron a adquirir sus acciones devaluadas para luego retirarse de la bolsa tras de haberse suprimido los vuelos y el mercado turístico.

De esta forma, el mercado bursátil y el mercado de la deuda se están privatizando, es decir está siendo adquirido por el conjunto de las propias compañías, por lo que tales acciones y los bonos dejarán de cotizar públicamente en Wall Street.

Esta estrategia busca encontrar una tabla salvadora en el Estado norteamericano. Y fue precisamente esto lo que llevó al gobierno a estatizar la Reserva Federal a fin de liberar a los principales bancos norteamericanos que controlan la misma -y con ello la emisión de dólares- de la responsabilidad financiera y jurídica de tener que rescatar a las empresas en quiebra y hacer, como siempre, que el sacrificio lo asuman los famosos “contribuyentes”, quienes verán una reedición del rescate financiero provocado por el gobierno en 2008 tras el desinfle de la burbuja inmobiliaria.

Por ahora el paquete de medidas de “estímulo” de la Reserva Federal incluye una baja de la tasa de interés al 0% y la inyección de 750.000 millones de dólares -recién emitidos sin respaldo- al sistema financiero para darle liquidez a los bancos, al tiempo que el Tesoro estudia la posibilidad de aplicar recortes a los aportes a la seguridad social, la salud y los salarios. Es decir, agregarle leña al fuego.

Como se recordará una situación similar se vivió en China, en pleno brote de coronavirus cuando la parálisis también provocó la caída del precio de las acciones. Pero allí, en lugar de rescatar a las grandes empresas, el gobierno dejó que se vinieran a pique para luego, cuando las acciones quedaron por el suelo, comprarlas a precio de remate, estatizarlas, y de esa forma adquirir el control mayoritario de las firmas extranjeras afincadas en el país.  

Sin lugar a dudas, el mundo está cambiado y es probable que la agonía se proyecte más allá del final de la pandemia y provoque un cambio en las relaciones de fuerza. Conciente de esto el gobierno de los Estados Unidos está tratando de impedir que esta situación se agudice, apelando a la nacionalización de los mercados de deuda, es decir, comprando deuda en forma ilimitada, emitiendo moneda también en forma ilimitada, sin respaldo y sin reparo en el riesgo de hiperinflación, al solo efecto de salvar sus compañías. Como contrapartida China ha apelado a la devaluación de su moneda y al control mayoritario de las compañías, pero conciente de que el fin de la globalización habrá de significar un gran desafío para sostener el funcionamiento de su descomunal aparato productivo, destinado a un mercado capitalista en repliegue. 

De una u otra forma, el conjunto de la economía mundial se verá paralizado por largo tiempo y la salida seguramente no será inmediata ni tampoco certera. La gran depresión de los años 30 desembocó en la segunda guerra mundial y también en una oleada revolucionaria mundial que se proyectó hasta los años 70. Veremos ahora qué resto le queda al capitalismo y qué reservas a la revolución.


Jorge Díaz

Jueves, Abril 2, 2020 - 17:30

Notas relacionadas