Cierres y despidos… | El verdadero crecimiento de un país sin industrias

Jueves, 8. Febrero 2018

Los resultados del desempeño industrial durante 2017 muestran a Macri en su verdadera esencia, que no es precisamente la de un Presidente sino la de un lumpen empresario acostumbrado a robar antes que a producir.

La ola de despidos y la parálisis industrial argentina tienen como denominador común un perfil productivo cada vez más alejado de la cuarta revolución industrial o total automatización de la línea de montaje conocida como “fábrica inteligente”. Modelo concebido estratégicamente por Alemania a partir de 2013 para llevar su producción fabril a la total independencia de la mano de obra mediante la combinación de la maquinaria física y tangible con programas capaces de dirigir todo el proceso encomendado a los robots.
Argentina se aparta cada vez más de esa posibilidad. Su aparato productivo es, a tales fines, obsoleto, y los intentos por renovar tanto la maquinaria como los procesos productivos resultan infructuosos en ausencia de inversiones tendientes a tal fin.
De esta forma, ya sea por expulsión laboral en los países centrales o por estancamiento productivo en los países periféricos, la crisis capitalista se precipita a un ritmo vertiginoso, acelerando la caída de la tasa de ganancia y la tendencia a la guerra.
En términos económicos tal escenario se justifica en un par de razones: la imposibilidad de arrancar plusvalía a los robots trabajando a destajo y la imposibilidad de convertir en dinero las mercancías producidas cuando no existen salarios que la hagan viable. Ecuación complicada, cuando no insalvable.
En el caso de Argentina la dotación de obreros se redujo en 26.600 puestos durante 2017. Cifra que se agrava si se consideran los números a partir de 2015, los cuales muestran una caída 68.800 puestos de trabajo en el sector industrial.
Por eso, era sabido que Macri mentía cuando afirmaba que su política económica se asentaría en una supuesta ola de inversiones tendientes a posibilitar el desarrollo industrial, generar empleo y eliminar la pobreza. La vida muestra es que la única plata ingresada es por endeudamiento, que la industria va de mal en peor y que la pobreza no para de crecer.
En la práctica el producto industrial argentino representa el 15,5% del PBI y se encuentra prácticamente estancado desde 2012 con innumerables fábricas quebradas. Los datos de crecimiento recientemente informados por el INDEC dando cuenta de un aumento del 2,8% durante 2017, tienen como referencia la brutal caída de 2016 (-2,2%). Por eso las cifras resultan francamente negativas cuando tal pretendido crecimiento industrial se valora no en forma absoluta sino relativa, es decir, per cápita, lo cual permite destacar un retroceso real del 1,44% del producto industrial en el bienio 2016 – 2017.
En tal sentido, el único sector con un crecimiento industrial fuerte fue la producción de asfalto (70%) y sus industrias conexas, alentadas por la inversión pública en puentes y rutas en un intento por mantener la actividad productiva en un año electoral. Como contrapartida, la otrora “locomotora de la industria” (hoy convertida en mera línea de montaje de partes importadas), la industria automotriz, creció sólo un 5,5% estimulada por políticas de financiamiento apuntadas a alentar el consumo.
Sin embargo, el presupuesto aprobado para 2018 dice que todo este pseudo crecimiento se acabó, que es necesario achicar en un punto el déficit fiscal y que para ello es preciso recortar por todos lados.
A este esquema recesivo se agrega una política monetaria sostenida desde el Banco Central con altas tasas de interés que hacen más rentables el plazo fijo y la compra de LEBACs o dólares, según la conveniencia, antes que cualquier emprendimiento productivo. Simultáneamente, la quita de retenciones, la baja del coste laboral y la devaluación del peso frente al dólar han hecho poco y nada por conseguir estimular las exportaciones de bienes industriales. Prueba de ello es saldo negativo en unos 9 mil millones de dólares en la balanza comercial de 2017. Uno de los más abultados en la historia argentina. Datos todos que indican un horizonte sin norte y un barco que no arranca.

Jorge Díaz

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Jueves, Febrero 8, 2018 - 07:00

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