Brasil: Un primer balance

Miércoles, 10. Octubre 2018

Con un porcentaje largamente superior al señalado por la mayoría de las encuestas, el triunfo de Jair Bolsonaro estuvo cerca de liquidar en primera vuelta el pleito con el candidato de Lula, Fernando Haddad. 46% contra 29%, es una ventaja mucho más abultada a la prevista y vuelve muy cerrado cualquier pronóstico para el 28 de octubre.

El domingo 7 de octubre, había 147 millones de personas habilitadas para votar en todo Brasil. El candidato del Partido Social Liberal (Bolsonaro) sumó 48 millones, el del Partido de los Trabajadores (Haddad) 29 millones, el resto de los competidores acumuló 26 millones y hay 40 millones de brasileros que decidieron no darle el voto a ninguno de los candidatos (sumando votos en blanco, nulos y abstenciones). Las especulaciones sobre la capacidad de arrastrar votos ajenos de cada uno de los candidatos que siguen en carrera, y la intensificación de la campaña teñirán los veinte días que siguen, concitando la atención de toda la región, teniendo en cuenta que lo que está en juego es el rumbo en los próximos años de la principal economía del continente.

La emergencia de un militar retirado, referente de una derecha filo fascista como es el caso de Bolsonaro ha hecho sonar las alarmas del progresismo brasilero y latinoamericano, aunque con cierto retraso. La corriente autoritaria y reaccionaria que encabeza este nostálgico de la dictadura, ha ganado mucho terreno en Brasil en los últimos años, corriendo en paralelo con el ocaso de la experiencia renegociadora del PT. Cuando el gobierno de Dilma Rousseff, ya entrando en la crisis económica en que aún está sumergido el país, empezó a descargar el plan de ajuste sobre las mayorías populares, las primeras movilizaciones callejeras contra el tarifazo en el transporte público allá por 2013, descolocaron no sólo al gobierno, sino al conjunto de la izquierda. Con un carácter marcadamente espontáneo, las multitudes que se movilizaron fundamentalmente en los principales centros urbanos, no encontraron en ninguna organización de izquierda, ni tampoco del propio gobierno, el canal para desarrollar un programa que le corte el camino al ajuste y vaya por una salida rebelde a la crisis. La derecha tomó nota de esta disociación y de los límites manifiestos de las izquierdas.

Luego, al destaparse la olla del ‘Lava Jato’ y tomar fuerza la campaña contra Lula y su empresariado por los escándalos de corrupción, nuevamente las fuerzas progresistas locales quedaron en off side para las grandes mayorías, al tiempo que crecía la bronca contra una dirigencia política que, mientras se endurecían las condiciones de vida para el pueblo, se multiplicaban las causas por corrupción en las alturas. Esa combinación resultó letal para la experiencia del PT en el gobierno. Posteriormente, cuando avanza el plan destituyente sobre Rousseff, y más tarde se termina encarcelando al propio Lula Da Silva, el PT y la mayoría de la izquierda volvieron a demostrar su miedo al pueblo en las calles, refugiándose en el ‘republicanismo’ y la defensa de una democracia a todas luces putrefacta. Frente a la arremetida de los Temer y Cía., nunca hubo ’17 de octubre’ ni mucho menos un llamado a rebelarse en las calles contra el golpismo. El PT y la izquierda brasilera en general fueron en todo este proceso, un factor de resignación y desmovilización vergonzante para un pueblo trabajador que intentó resistir con más hartazgo que convicción. Toda esta falta absoluta de audacia y de confianza en el pueblo movilizado, también fueron registradas por los Bolsonaro.

Así, se llega a esta instancia electoral con un ‘progresismo’ que ya ha sido reprobado por las masas, abrazado a los restos de una democracia absolutamente desprestigiada, y con esta nueva derecha pestilente “abanderada” de la lucha contra la corrupción, y de una cruzada “saneadora” del régimen en decadencia. Por el momento, en medio de la inestabilidad que reina en el país vecino y de la miseria imperante en materia de dirigencias políticas confiables para el núcleo duro del gran capital, todo indica que este experimento reaccionario es el elegido por el poder económico para estabilizar al gigante de Sudamérica.

El voto del domingo castigó con dureza y precisión a todos los políticos que estaban manchados por la corrupción. En este sentido, el voto reciente tiene mucho de castigo no solo al PT sino a todos los partidos tradicionales. 48 millones para Bolsonaro, 40 millones de ‘voto bronca’.

Desde el impeachment amañado que destituyó a Dilma Rousseff y la prisión de Lula, la gran burguesía brasileña mostró su decisión de cerrarle el paso a la experiencia renegociadora del lulismo, con su coqueteo con el bloque de los BRICS y sus tironeos  tibiamente antiyanquis. Qué hubiera pasado de ganar Haddad, es un tema que queda sin respuesta, más aún si finalmente gana la presidencia Bolsonaro. Sin embargo, el curso de los acontecimientos políticos en Brasil deben incorporarse también como un capítulo de la crisis mundial del imperialismo y el recrudecimiento de las disputas interimperialistas y sus secuelas en los distintos escenarios nacionales.

Leo Funes

Publicado en: 
Miércoles, Octubre 10, 2018 - 19:30

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