Ante las amenazas golpistas y el encarcelamiento de Lula | Paso a la intervención obrera y popular

La crisis política que atraviesa Brasil en los últimos años, tiene su nuevo capítulo en la decisión del TSJ de rechazar el pedido de la defensa del ex presidente Lula Da Silva para evitar la prisión de cara a una condena que parece inevitable. La decisión dividida del Tribunal Superior es la expresión de las internas existentes al interior de la gran burguesía que ha hecho del poder judicial, frente al fracaso del gobierno actual, su mascarón de proa. Aquel rechazo, en ajustada paridad de 6 votos contra 5, se produce luego de la insistente presión de grandes cadenas de medios de comunicación, cámaras empresariales y otros sectores del status quo, en dirección a encarcelar cuanto antes al ex presidente. Se destacan las declaraciones públicas de varios militares retirados y sobre todo del jefe del ejército Vilas Boa, sugiriendo la posibilidad de una intervención militar en caso que la justicia no se comporte como estos grupos de poder esperan.Tal conminación surge en momentos que el ejército ocupa, desde marzo, las calles de Río de Janeiro.
La importante ventaja en intención de votos para Lula sobre cualquier otro candidato es suficiente alerta para que los sectores más concentrados del capital local y transnacional hayan activado los mecanismos para dejarlo fuera de carrera como sea. El retorno de Lula al gobierno acarrea mayor inestabilidad política con demasiado riesgo para dichos grupos, que han dedicado los últimos años a sacarse de encima cualquier variante renegociadora. La amenaza del golpismo toma cuerpo en las expresiones de estos militares que pretenden, apoyados en la abierta connivencia judicial, aventar toda posibilidad que Lula sea reinstalado por consulta popular.
Por otro lado se registran multitudinarias marchas y autoconvocatorias en distintas ciudades, que reclaman la libertad de Lula, junto con el ya histórico “fora Temer”. La conducción del PT lejos de ponerse a la cabeza de la resistencia ha resignado posiciones envuelto en su propia crisis y aparece como gran responsable del fracaso y desmovilización ocurrida en sus años de gobierno, donde las denuncias por corrupción y negociados fueron moneda común, llevando al posterior encumbramiento de Temer. En cualquier caso, la movilización popular necesita trascender los límites de la “libertad a Lula” y la “defensa de la democracia”.
Desde las importantes movilizaciones contra el ajuste aplicado en su momento por Dilma Rousseff y continuado luego por Temer, Brasil asiste a un proceso de descomposición del régimen político, con una dirigencia política y empresarial profundamente corrupta en todas sus expresiones partidarias, enredada en procesos legislativos y judiciales cada vez más alejados de la voluntad popular. Lo que se viene manifestando es un profundo y justificadísimo divorcio entre las necesidades y expectativas populares y la capacidad de esta “democracia” de darles cauce. En otras palabras, los llamados a movilizarse para “defender la democracia” no expresan ninguna salida favorable al pueblo trabajador brasilero. La tarea del Brasil plebeyo es asumir la necesidad de la irrupción obrera y popular en la superación revolucionaria de esta falsa democracia que tambalea ante sus ojos. Es hora de que la rebeldía obrera y popular ocupe el lugar que la historia reclama.
PRML, 06/04/2018