A 75 años de la Nakba - Palestina: Testimonio y resistencia

Lunes, 29. Mayo 2023

Dijo Theodor Herzl, el padre del sionismo político moderno: "Trataremos de llevar a la población [palestina] sin un centavo a través de la frontera proporcionándole empleo en los países de tránsito, mientras le negamos cualquier empleo en nuestro propio país... La expropiación y la expulsión de los pobres deben llevarse a cabo con discreción y circunspectivamente".


Desde 1948, todos los 15 de mayo los palestinos del mundo entero recuerdan la pérdida de su patria. Acuñado por el por el intelectual árabe Constantino Zureik en su breve libro agosto 1948, el "día de la Nakba” (“catástrofe" en árabe) se refiere a la expulsión forzada, masiva y la limpieza étnica ejercida contra palestinos árabes por las fuerzas del movimiento sionista, sus milicias paramilitares como haganá, palmaj, irgún y stern gang y sus colaboradores entre 1947 y1949. 

Cientos de aldeas y pueblos fueron devastadas o repobladas por sionistas. Entre 750.000 y un millón de palestinos desplazados. Más de 1.717.000 hectáreas de tierras fueron expropiadas durante e inmediatamente después de la creación del estado de Israel. Ese es el resultado, entre otros, de una larga historia de injusticias, apartheid, desposesión y sometimiento perpetrados por el sionismo y el imperialismo en Palestina.

La mayoría de los palestinos fueron a parar como refugiados en la franja de Gaza y la Cisjordania ocupadas, Jerusalén oriental y países árabes vecinos como Líbano o Siria. Solo una minoría emigró a lugares más lejanos. De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos, la mayoría permanece aún en campamentos, que se han transformado con el tiempo en ciudades de refugiados. 

Aún hoy, la Nakba es vista como el suceso histórico más trágico en el imaginario colectivo palestino, como la pérdida de su patria.

Un breve recorrido histórico


Desde 1881, año en que comenzó la colonización de Palestina que todavía no ha terminado, identificamos tres procesos claves para su entendimiento.

Influidos por el nacionalismo que entonces barría el continente por siglos de persecución antisemita, el primero radica en la aparición del movimiento político sionista en Europa a fines del siglo XIX.

En 1897, intelectuales y referentes políticos judíos europeos celebraron en Basilea, Suiza, el Primer Congreso Sionista. Su fin era reunir esfuerzos detrás de un mismo programa: alentar la colonización del territorio de Palestina (en aquél entonces parte del Imperio Otomano) por parte de emigrantes judíos, promover un sentir e identidad nacional judía, consolidar redes de financiamiento, instituciones y una economía propia con el objetivo final de establecer un hogar nacional judío reconocido internacionalmente.

Una cuestión se interponía en ese proyecto: aquella tierra estaba lejos de ser un desierto deshabitado: contaba con una población vernácula mayoritariamente árabe que comprendía a cristianos, judíos y musulmanes que por siglos habían convivido. 

El segundo punto de inflexión lo encontramos sobre fines de la Primera Guerra Mundial, en la que el Imperio Otomano y Gran Bretaña eran enemigos. Con el fin de asegurarse aliados en su lucha, el secretario de Política Exterior Británico, Lord Arthur James Balfour, comunicó en una carta privada a Lord Lionel Walter de Rothschild el apoyo de su gobierno a la agenda sionista para “establecer un hogar nacional judío” en Palestina. En diciembre de 1917, tropas británicas entraban a Palestina y se hacían con el control de Jerusalén tras derrotar a las fuerzas otomanas. La Conferencia de San Remo de 1920 y el Consejo de la Liga de las Naciones en 1922 le darían legitimidad a las autoridades británicas y su Mandato sobre Palestina.

La administración británica y el impacto disruptivo que tuvieron sus políticas sobre las relaciones tradicionales entre las poblaciones alimentaron tensiones que se relacionaban con el acceso a la tierra, al mercado de trabajo, al comercio y a la representación política, y con los efectos demográficos y socioeconómicos de la migración judía. Hacia fines de 1930 y principios de 1940, la migración judía europea a Palestina se había multiplicado exponencialmente -empujada por el terror del nazismo- generando disputas que habían crecido hasta llegar a enfrentamientos armados. En 1937, la Comisión Peel “recomendó” dividir el territorio en dos Estados. Por su parte, el brazo militar de las organizaciones sionistas comenzaba a extender sus operaciones para violentar y amedrentar a las poblaciones árabes palestinas.

Por último, el 27 noviembre de 1947, a raíz de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el genocidio nazi de los judíos de Europa, la recién creada Organización de las Naciones Unidas aprobó un plan (resolución 181) para dividir el Mandato de Palestina en dos estados: uno judío y otro árabe, donde la ciudad de Jerusalén sería un distrito neutral bajo una administración internacional. 

Con 33 votos a favor, 13 en contra, 10 abstenciones y 1 ausente, dicha resolución asignaba aproximadamente el 55% del territorio a la propuesta de estado judío, aunque los judíos sionistas poseían sólo el 7% de la tierra privada y representaban alrededor del 30% de la población, un gran porcentaje de los cuales eran inmigrantes recientes de Europa. Asimismo, dentro del nuevo estado de Israel cerca del 47% de sus habitantes eran árabes-palestinos. Las fronteras distaban de representar las realidades de la población, atravesando arbitrariamente zonas y separando a comunidades con siglos de relación.

La población local se manifestó en repudio a la división de su tierra a través de huelgas y un llamado a la revuelta. Tras la victoria diplomática sionista, la organización paramilitar Haganá se volcó por la vía militar mediante una campaña por etapas de avance y conquista, exterminando a las poblaciones palestinas, provocando expulsiones masivas de sus tierras y acrecentando oleadas de refugiados que escapaban de las zonas de combate. Se estima que, a mediados de mayo de 1948, entre 250.000 y 300.000 palestinos habían sido expulsados o habían huido de sus hogares.

El 14 de mayo de 1948, día en que los últimos soldados y funcionarios británicos abandonaron Palestina, el líder sionista David Ben-Gurion declaró la fundación del Estado de Israel, lo que señala el fin del Mandato británico. Al día siguiente, ejércitos regulares y de voluntarios de países árabes vecinos respondieron entrando a Palestina, dando inicio a la Primera Guerra Árabe-israelí. Mejor armadas y organizadas, las fuerzas sionistas lograron imponerse y avanzar, conquistando ciudades como Nazareth, Ramla y Lydda, así como la región del Negev.

Con el cese al fuego a principios de 1949, los límites de partición propuestos por la ONU se habían vuelto irrelevantes. Las fuerzas israelíes controlaban el 77% de la Palestina anterior a 1948, incluidas grandes áreas designadas en el plan de la ONU como parte del futuro Estado árabe-palestino. Más de 400 poblados y aldeas fueron completamente eliminados o reocupados por inmigrantes judíos. Numerosas localidades árabes palestinas fueron renombradas con nuevos topónimos hebreos. Más de 725.000 palestinos habían huido de sus hogares o habían sido expulsados por las fuerzas sionistas, solo para convertirse en refugiados en Gaza, Cisjordania y los países árabes vecinos. Israel se negó categóricamente a permitirles regresar. La Ley de Propiedades de Ausentes, adoptada por el Parlamento israelí en 1950, oficializó la apropiación de los bienes materiales de aquellos cientos de miles de personas a las que expulsó de sus hogares. Cerca de 150.000 palestinos lograron quedarse dentro de las fronteras de Israel, convertidos en ciudadanos de segunda clase, una minoría marginada en la tierra que sus ancestros habitaron por generaciones.

La Nakba es ahora


Los hechos de 1948 supusieron la ruptura de lazos comunitarios y familiares, la destrucción del acervo cultural e histórico de un pueblo y el inicio de la negación de su derecho a la autodeterminación. La Nakba continúa hasta el día de hoy: en forma de un robo continuo por parte de Israel de tierras palestinas para los asentamientos y comunidades judías, en la destrucción de viviendas y tierras agrícolas palestinas, en la revocación de los derechos de residencia, las deportaciones, los brutales ataques militares periódicos que provocan bajas civiles en masa, criminalizando y reprimiendo ferozmente toda expresión de resistencia y de deseo de autodeterminación, cometiendo contadas violaciones al Derecho Internacional y los DD.HH. de los palestinos y palestinas, y en la negación del derecho internacionalmente reconocido del retorno a millones de refugiados palestinos apátridas. Hoy, los refugiados y sus descendientes que reclaman por su derecho a retornar a su país alcanzan los casi seis millones de personas.

No obstante, la resistencia palestina es un fenómeno que continua y que abarca una diversidad de estrategias y tácticas en su lucha por la justicia y la liberación. A lo largo de décadas de ocupación, opresión y violencia, los palestinos han demostrado una notable capacidad de resistir y persistir en la preservación de su identidad, su tierra y su memoria colectiva.

La resistencia se expresa en diversas formas. Los palestinos continúan manifestándose en las calles, organizando huelgas y marchas, y resistiendo la ocupación militar israelí. La música, la literatura y otras formas de expresión cultural también han desempeñado un papel crucial en la resistencia palestina, al contar las historias y experiencias palestinas y desafiar las narrativas dominantes, la impunidad de las violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra cometidos por Israel, y trabajar hacia la justicia y la reparación para su pueblo. A nivel internacional, los palestinos y sus aliados han promovido una campaña global de boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel. La misma busca ejercer presión económica y política sobre Israel para que cumpla con el derecho internacional y ponga fin a la ocupación en Cisjordania y Gaza. A través del boicot de productos israelíes, la desinversión en empresas que se benefician de la ocupación y las sanciones dirigidas, los palestinos buscan crear conciencia sobre las violaciones de derechos humanos y promover la justicia para su pueblo.

A pesar de las difíciles circunstancias y la brutalidad que enfrentan a diario, los palestinos han demostrado una inquebrantable obstinación y una determinación innegable para preservar su tierra, su identidad y su dignidad. Su lucha no solo es una respuesta a la ocupación y la opresión, sino también una afirmación de su existencia y su derecho a una vida libre y justa. 

Se ha intentado reinterpretar la Nakba y presentarla como algo del pasado, manteniendo la imposibilidad de revertir la situación. Esta resistencia constante es precisamente lo que frustra a Israel y al sionismo. La crueldad que han mostrado y siguen mostrando hacia la población palestina es directamente proporcional a su temor de que los palestinos sean capaces de revertir el presente, poniendo fin a su proyecto colonial.

El pueblo palestino es una enorme una inspiración para todos los antimperialistas que buscamos justicia en el mundo. La solidaridad con su lucha, un deber internacionalista.

Ramiro Ricardi

Publicado en: 
Lunes, Mayo 29, 2023 - 08:00

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