“Welcome Mr. Fora Temer”

Viernes, 16. Septiembre 2016

Durante la reciente cumbre del G20 en China, luego de que la organización difundiera la presencia de Mauricio Macri con la foto de su padre (próspero intermediario en el comercio China-Latinoamérica en los últimos años, y mucho más familiar para ellos que su hijo presidente), uno de los principales empresarios locales recibió al discutible mandatario de Brasil, Michel Temer, con un furcio festejado por casi todo Brasil. Fora Temer (Fuera Temer), es la frase con la que machacan 7 de cada 10 brasileros, en abierto repudio a la manera en que se ha hecho con el poder político y a lo que piensa hacer con él.

El proceso parlamentario conocido como ‘impeachment’ (juicio político) con el que se terminó destituyendo a la presidenta Dilma Rousseff, tenía el resultado puesto antes de ponerse en marcha. De nada importó que la Comisión de Expertos que investigó las acusaciones contra Dilma no encontrara pruebas de que estuviera directamente involucrada en los desvíos presupuestarios de las que se la acusaba. El destino reservado por los dueños del Brasil para Roussef era el mismo del cura Lugo en Paraguay cuatro años atrás.

Resulta llamativa la pasmosa obediencia con que los desalojados del poder aceptaron su papel en la obra. Sin presentar batalla, los abanderados de los humildes se retiraron con la cabeza gacha, dejando a su pueblo en manos de una banda de delincuentes. Aunque, repasando su gestión de gobierno, lo llamativo se explica mejor.

Desde 2003 los beneficiados del petismo fueron variados: el Programa Bolsa Familia (0,5% del PIB) implicó una transferencia de recursos inédita al sector más pobre del país (28% de la población). El aumento del salario mínimo, vinculado al desarrollo general de la economía y la reducción del desempleo, mejoraron la situación de los asalariados. Por otro lado, los grandes capitales orientados a la explotación y exportación de los productos del agro, el petróleo y la minería, pudieron aprovechar fenomenalmente la explosión de la demanda y los precios internacionales de estos commodities, mientras duró. Al mismo tiempo, la elevación en las tasas de interés hizo florecer los negocios de banqueros y financistas. Por último, el impulso dado a la construcción, un sector hiperconcentrado y fundamentalmente de propiedad local, habilitó la expansión de un reducido puñado de empresas que, de la mano del Estado, tuvieron su “década ganada”, como lo atestigua el caso del gigante Odebrecht (cuyo presidente cumple una condena de 20 años por su responsabilidad en las coimas de Petrobras). 

Esta “conciliación de intereses” se abrió camino a través de políticas sociales de rápido impacto, expansión del mercado interno, y direccionamiento del aparato estatal como soporte de la expansión internacional de empresas locales. El fin de ciclo de los commodities, la ralentización de la aspiradora china (no solo de productos agropecuarios sino también la creciente autosuficiencia en mineral de hierro), y la reducción de la tasa de interés (apreciación del Real), encendieron la luz de alarma y terminaron por hacer crujir este pacto de clases. 

Los grupos económicos que se enriquecieron en la primera década del petismo, vieron la necesidad de reagruparse por fuera del arco político del gobierno y, aún sin tener consensuado un nuevo liderazgo que reemplace al PT en la etapa que seguía, empezaron a confluir en torno a los principales medios de comunicación (expresión más nítida del capital financiero internacional). Hicieron su apuesta por AecioNeves del PSDB y casi lo logran. Este descontento en las alturas inquietó a Dilma que, lejos de prepararse para darles batalla, buscó congraciarse con los ofendidos, impulsando un ajuste que remendara la fractura expuesta. Llevó Joaquim Levy (un Cavallo brasileño) al Ministerio de Hacienda para amigarse con el mercado. Sin embargo, el mercado estaba cebado, y ya no le alcanzaba con un espasmo ajustador, pretendía reformas mucho más de fondo. En ese momento el PMDB (socio y co-gobierno con el PT), sacó de la manga el documento “Puente hacia el futuro”, que marca un itinerario mucho más acorde con las aspiraciones del núcleo más concentrado del capital local y transnacional. De ahí en adelante, lo que sigue es la maniobra para sacarse de encima la última traba para aplicar el programa acordado, evitando los tiempos que indica la constitución. En ese momento se activa el mecanismo del impeachment como forma de abrirle paso a una nueva etapa.

Con Temer como presidente, es de esperar que se siga la hoja de ruta marcada por su propio partido en dicho documento, entre cuyas metas figuran: reducir el gasto público, garantizar superávit primario, desvincular los beneficios de seguridad social y asistenciales del salario mínimo, desindexación del salario mínimo al desempeño de la economía y la inflación, reducciones presupuestarias en salud y educación públicas, aumento en la edad jubilatoria, reducción del programa Bolsa Familia al 5% más pobre del país (lo que dejaría afuera a más de 30 millones de brasileros). Está de más aclarar que este programa sólo es aplicable en la medida que se cuente con un pueblo trabajador desorganizado, desmovilizado y despolitizado. Tal es el saldo de los 13 años del PT al frente del estado, que se retira por la puerta de atrás, dejando un 12% de desocupación, 500.000 despidos en el último año y a la población más vulnerable dependiendo del asistencialismo estatal.

Así, el proyecto que patrocinaba el Foro Social Mundial, que se planteaba la posibilidad de ganar terreno internacional haciendo equilibrio entre los bloques de potencias mundiales en pugna integrando el BRICS pero cuidando escrupulosamente las buenas relaciones con EEUU; que al igual que en Argentina y Uruguay aseguraba la posibilidad de injertarle un corazón al capitalismo y así garantizar una ‘redistribución equitativa de la riqueza’; que se pretendía desarrollista mientras no hacía mas que consolidar la dependencia reprimarizada; finalmente dejó de ser confiable para el núcleo de monopolios, multinacionales y banqueros que, disipando cualquier duda al respecto, han vuelto a demostrar al servicio de quiénes está la ‘democracia’ que impera en nuestros países. Estos gobiernos, simples renegociadores de los términos de la dependencia, dejan a su paso algunas crudas certezas: la ilusión progresista de humanización del capitalismo, de realización de reformas ‘sensatas’ dentro de los marcos institucionales existentes, la confianza en que se puede llegar a una sociedad mas justa remando juntos con el capital más concentrado, todo esto ha vuelto a estamparse contra la pared. Los principales beneficiados por estos interregnos presuntamente progresistas han sido los mismos de siempre.

Necesariamente, una vez pasada la decepción inicial con un proyecto que despertó genuinas esperanzas, lo que sigue es la reflexión profunda y la inclaudicable lucha contra Temer y todos los usurpadores del poder político, procurando en ese camino gestar una organización de convicción insurrecta y revolucionaria, que se proponga luchar por un Brasil verdaderamente popular democrático y liberado de los parásitos sociales que hoy rigen sus destinos. Por ese rumbo es que Brasil y los países del cono sur estaremos superando la reciente experiencia renegociadora, y avanzando efectivamente hacia un futuro socialista.

 Leo Funes

Publicado en: 
Viernes, Septiembre 16, 2016 - 17:45

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